4 millones...

25 septiembre 2005

Hay más de cuatro millones de usuarios de banda ancha en España. ¡Se dice pronto, eh!
¿Cuántos de estos usuarios juegan al mus? El diez por ciento son más de cuatrocientos mil. ¡Pero voy a ser más pesimista!. El uno por ciento son más de cuarenta mil usuarios que juegan al mus.
Ahora bien, cuántos de ellos podrían jugar por internet, descontando que si tienen ordenador y banda ancha, conocen lo básico para entrar en un programa y hacer clic con un ratón.
Cuarenta mil personas saben jugar al mus y tienen los medios y el conocimiento para hacerlo por internet con otras personas. ¿El cincuenta por ciento de ellos estaría dispuesto a superar las barreras del prejuicio para jugar de esta manera? ¡Parece mucho!
Veinte mil personas es casi un estadio de fútbol lleno. Voy a seguir siendo pesimista: ¡solo el veinticinco por ciento estaría dispuesto a hacerlo! Más de diez mil personas.
Parece que no somos tantos, ¿verdad?. ¡Pero lo seremos! No puedo seguir siendo más pesimista. No me salen las cuentas. ¡Ya me contaréis cuando veáis los primeros torneos de mus ‘on line’ de la FEM ! Sacarse el carné de federado por internet ya es una realidad. De ahí a jugar torneos como federado solo falta un empujoncito.
Seré muy iluso, pero veo a mi hijo pequeño aprendiendo a jugar al mus por internet en la clase de informática del colegio.

Fan (II)


Continuamos jugando al mus con Fan hasta que lo destinaron a la sucursal de la empresa en Pekín. Sacó la licenciatura en empresariales con mucho esfuerzo y no menos mérito, porque vino sin saber decir ‘hola’ en español. Ya hace tres años de esto, pero por suerte viene a España una vez cada semestre por motivos de trabajo, así que no dejamos escapar la oportunidad para echar unas partidas. Es una pena que la diferencia horaria no nos permita poder jugar por internet, él en China y yo aquí.
La anécdota más entrañable que tuve con Fan y el mus fue el nacimiento de mi hija Lucía. Mi esposa había salido de cuentas pero se encontraba bien esa noche. Estábamos en casa con ella, otro amigo y Fan jugando una partida después de cenar. La cosa se alargó hasta casi las tres de la mañana, todos pendientes de la embarazada que entre contracción y contracción soltaba sus envites tranquilizándonos de que todo estaba controlado. Hasta que Lucía echó su órdago indicándonos que nos diésemos prisa, que estaba preparada para venir al mundo.
Salimos pitando hacia el hospital maternal y comprobamos que el órdago de Lucía no era un farol. A la hora de llegar estaba dando sus primeros berridos. Fan se quedó en casa cuidando de nuestra otra hija, que con seis años era ajena a todo lo que pasaba y dormía plácidamente en su habitación. A las ocho de la mañana llamé por teléfono a una amiga para que fuese a casa, atendiese a mi hija cuando despertara y relevase a Fan: “Hola Laura, estoy en el hospital porque ha nacido Lucía. Ella y su madre están perfectamente. ¿Podrías ir a casa a cuidar de Marta?... ¡Ah, te abrirá la puerta un chino!... no creas que te has equivocado de piso, luego te lo explico”.

Fan (I)

24 septiembre 2005


Hablando de chinos, les presento a Yang Fan.
Fan es el mejor amigo que tengo en China y el chino que mejor juega al mus en todo el mundo. Vino a España a trabajar y a estudiar empresariales becado por la empresa donde yo también trabajo. Nos hicimos muy amigos.
Por esa época a mediodía en el trabajo teníamos dos horas para comer, pero los que nos quedábamos en el comedor de la empresa comíamos en quince minutos y aprovechábamos el resto del tiempo para echar una partidita de mus. Él acercaba su silla y miraba cómo jugábamos, sin entender nada pero divirtiéndose con las bromas y los piques que acontecían en nuestras partidas.
Un día mientras tomábamos un café me preguntó en qué consistía el juego. Prestó mucha atención mientras le expliqué los lances básicos. Debo aclarar que a esa altura ya hablaba y escribía bastante bien el español. Hizo pocas preguntas a mi ilustración verbal (no tenía a mano un mazo de naipes en ese momento) y asentía con gestos afirmativos dando a entender que comprendía lo que le explicaba. Hasta que un día nos faltaba uno y lo sentamos a jugar con nosotros. Fue impresionante la rapidez con que cogió la dinámica del mus y la facilidad que demostró en aprender lo otro, lo más difícil, el cuándo mentir y cuándo no, cómo esconder una jugada, cómo jugar sus cartas al principio de una partida y al final, la importancia de ser mano, la correcta utilización del órdago y todo eso que hace que alguien sepa jugar y no solo tener las cartas. Su máxima era: “Si ganas glande, gana todo”. El lenguaje nos jugaba malas pasadas a veces. Recuerdo una vez que los contrarios echaron un órdago a grande: “¿qué tienes, Fan?”, y me contesta: “tengo ley”. Yo llevaba dos reyes, un cinco y un as, con lo cual no tardé ni dos segundos en decir quiero. Fan me miraba con gesto incomprensible cuando comprobó que perdíamos un juego que íbamos dominando ampliamente, contra dos reyes y un siete que llevaba el postre. “¿Me dijiste que tenías ley, Fan?”, le increpé. “Si. Ley, cuatlo, pito, pito”, señalando enfáticamente una a una sus cartas con el dedo índice.

Y en China?

22 septiembre 2005


Aunque pensándolo bien, para qué vamos a ir tan lejos si el negocio está aquí, al alcance de la mano. Y además, sin tener que cambiar el idioma a nuestro mus.
El Instituto Cervantes nos dice que el español crece aún en países alejados de su influencia cultural.
Corea, Senegal, Guinea Ecuatorial, Sudáfrica, Namibia entre otros, ya hablan español, unos más otros menos. Con que chapurreen un poco ya es suficiente para jugar al mus.
¡Cuando los chinos empiecen a hablar español, el mercado no tendrá límites!

De la Luna al cielo

21 septiembre 2005


Cuatro astronautas serán enviados a la Luna en 2018 en una misión que se prolongará una semana, anunció ayer la NASA.
Cuando leo esto no puedo evitar pensar en esos cuatro tíos, encerrados durante siete días. Si supieran jugar al mus lo pasarían bomba. Le estoy dando vueltas al tema de la entrada anterior: el mus y los negocios. No estaría mal montar una escuela de mus para astronautas y venderles la idea a la Nasa. Porque... ¿a qué van a jugar para matar el tiempo? ¡Al póker no pueden! Esos viajan sin pasta. ¿Y qué otro juego hay que sea más bonito que el mus y se pueda jugar sin dinero de por medio?
Seguro que mandan un paisano de cada pueblo. Un ruso, un japonés, un esquimal y un yanki, por supuesto. Va a ser complicado enseñarles pero se les cobrará más caro también. Si lográramos infiltrar a un español, como Pedro Duque, lo tendríamos más fácil. Además, el programa "permitirá establecer una presencia permanente en la Luna" para preparar astronautas para misiones a destinos más lejanos, como por ejemplo Marte, agrega el artículo.
Negocio redondo. Exportamos el mus a la Luna, y de allí al resto de la galaxia.
A bote pronto, me vienen a la cabeza algunos candidatos ideales. Hay uno en Tudela, otro que vive entre Madrid y Denia, y sin ir más lejos, en Toledo hay un par de ellos que vendrían de perlas para esta misión. ¿Qué no saben mucho de mus? Bueno... Es en 2018, falta un rato, además... ¡allí quien lo va a notar!

El mus y la empresa

20 septiembre 2005


Muchas situaciones de nuestra vida cotidiana se ven reflejadas en una partida de mus. Mi cuñado Rafael, que es un enamorado de este juego (y de su mujer, de sus hijos, de Lobo y de Pichu también), ha leído el libro ‘El Mus y las funciones directivas’, de Juan Luis Urcola y Pablo Carreño - Esic Editorial - y me ha enviado un extracto del mismo por correo que me gustó mucho, por eso lo pongo aquí.

“La pareja de mus se identifica con una empresa cooperativa formada por dos socios con idéntico nivel jerárquico y un objetivo común, ganar. Prever los movimientos del rival, organizar los medios, coordinar, decidir –a veces la negociación culmina en un órdago, la situación límite– y controlar es lo que distingue a los buenos de los malos, 'la calidad de los resultados depende de la manera de desarrollar esta estrategia (...) que se conoce en el sesudo mundo de la empresa como proceso de dirección integral'.


El Mus, escuela de vida


En el Mus se encuentra de todo: emoción, sensación de riesgo, alegrías y tristezas. La soledad del directivo también tiene su paralelo en el Mus.

El Mus es un juego rápido, audaz, astuto y, sobre todo, de caballeros, que la astucia sin malicia es caballerosidad. Es escuela de educación y de hombría de bien, donde la palabra vale más que una firma y los errores se pagan sin lamentaciones.

Se hacen amigos, se conoce a las personas, se comparten gratos momentos y ... se disfruta de sanas digestiones. El Mus, por ser un juego, entra sin sentir en cualquier alma sensible.

Las funciones directivas del Mus

Se juega en pareja (función cooperativa); conocer al compañero y al rival - la competencia - es "media victoria" (función prever); la fanfarronería ("somos los mejores") y la imagen es parte de la publicidad, pero cuidado con la propaganda engañosa.

Nadie gana ni pierde solo al Mus, como tampoco engrandece o arruina una empresa él solito (se debe coordinar y cooperar).

Y a la hora de decidir (va un ¡órdago!): información + riesgo + intuición (función decisión).

Todo jugador de Mus debe tener las condiciones y aptitudes de un negociador nato (controlar).

Y se pierda o gane, atentos a las lecciones aprendidas (analizar).

La eficacia en el juego es más un resultado del equilibrio entre las distintas tareas que de la perfección con que se realiza una cualquiera de ellas.

... Y aunque vaya "ciego" (no tiene ni pares) o tenga "perete" (cuatro, cinco, seis y siete) no está todo perdido; no desespere, aún puede llevarse algo".

Señas ¿sí o no?

16 septiembre 2005

Pero como todo en esta vida es relativo y depende del cristal a través del cual se mira, a veces lo que parece una desventaja se convierte en ventaja.
Por ejemplo, lo de las señas:

Si juegas en mesa con un compañero que sabe pasarlas, fenómeno. Pero si te toca uno que uno de esos que tienes que adivinar si lleva dos pitos, tres pitos o duples...

...pues, ¡no sé qué decirte! Casi mejor no verle la cara, como cuando juegas on line.

O aquellos a los que les preguntas: ¿cuántas meto, compañero?... y no sabes si son 3 o 30.
En el chat del mus por internet no tienes ese problema, salvo error tipográfico o esas cosas raras que suele hacer el teclado.

Mus On Line

15 septiembre 2005

Después del minúsculo homenaje que he intentado rendirle al juego del mus en la primera entrada, al encanto peculiar que posee y que cautiva a tanta gente, haciendo un ‘mea culpa’ por no haber sabido apreciar sus bondades desde un principio, quisiera romper una lanza por lo que creo será el futuro de este juego: el mus por internet.

Yo el primero, después de aprender a jugar más o menos y llegar a disputar un sin número de partidas en mesa y tapete, habiendo disfrutado de las alegrías y penado con los sinsabores que reparte este juego a todos por igual, reconozco que me negué rotundamente a jugar al mus por internet cuando me lo propusieron por primera vez.

No entraba en mi cabeza la idea de que con un monitor y un teclado se pudiese jugar con otras personas, como si estuviese en la mesa de un bar. Pero mus es mus y me picó la curiosidad. Y probé.

Al día de hoy, los enamorados del mus todavía decimos que donde haya una partida en mesa que se quite internet. Lo cual no resta mérito a los programas informáticos que se han desarrollado para jugar ‘on line’, algunos muy conseguidos (mi preferido y recomendado es www.amarraco.com) hasta el punto de poder afirmar, con conocimiento de causa, que se disputan partidas reales como las clásicas en vivo y en directo.

Salvando el hecho de que no pueden pasarse señas ni ver la cara, los gestos, la mirada de contrarios y compañeros (dos aspectos fundamentales de este juego, dirán muchos y con razón), lo demás está prácticamente solventado. Los dos aspectos de los que carece el mus por internet, a bote pronto y para alguien que nunca ha jugado de este modo, hacen que lo desechen en primera instancia los jugadores clásicos, principalmente aquellos que no están familiarizados con los ordenadores y el mundo de internet. Pero todo llegará, al ritmo que avanza la tecnología llegará la perfección al mus por internet. No se cómo, pero llegará. Por eso rompo una lanza por esta forma de jugar al mus, de mantenerlo en vigencia y de extenderlo a más gente y de manera más rápida.

El mus en mesa no desaparecerá y el mus en internet ayudará mucho a ello. Haciendo que juegue más gente desde un extremo a otro de España y del mundo. Haciendo que jueguen más los jóvenes y las mujeres. Ampliando el ámbito de desarrollo de este juego y manteniendo las virtudes que lo hacen el preferido de la mayoría.

La primera vez...

09 septiembre 2005


La primera vez que vi a cuatro personas jugando al mus me llamó la atención, pero por un motivo diametralmente opuesto al que por hoy me atrae tanto este juego de naipes.

Estaba en un bar de un pueblo de Ávila, bebiendo una cerveza y haciendo tiempo para ver un amigo. Los parroquianos jugaban al mus. Varias veces me habían invitado a echar una partida pero tuve que rechazar la invitación. No sabía jugar y tampoco me había interesado por aprender. Aquel día me acerqué a una mesa por curiosidad, no tenía ni idea de qué iba aquello. Me quedé de pie, a una distancia prudente para no molestar.

No era capaz de entender ese juego, cuatro personas a las que se les daba cuatro cartas a cada una. Si algun jugador lo pedía y el resto estaba de acuerdo, podían cambiar las que quisieran por otras. También podía suceder que uno de ellos no quisiese renovar sus cartas por otras, entonces todos se quedaban con las que tenían en ese momento.

¡Y luego, no hacían nada con ellas!

Comenzaban a hablar, con frases cortas: “paso”, “envido”, “llevo esto o lo otro”, “quiero”, “no veo”, y así hasta que las ponían sobre la mesa boca arriba y se apuntaban unos tantos. Luego barajaban y comenzaban otra vez el ritual hasta que una de las dos parejas llegaba primero a cuarenta. ¡Esos eran los ganadores!

No había bazas, no se cogían cartas del mazo, nadie jugaba un naipe sobre la mesa. Se miraban entre contrarios con recelo. Un compañero buscaba al otro con la mirada, como queriendo transmitirle algo. A veces ni hablaban, con un gesto de la mano o de la cabeza indicaban al resto algo que solo ellos entendían.

Siempre me han gustado los juegos de cartas como medio de distracción y para pasar ratos agradables, pero qué difícil veía que el mus llegase a gustarme tanto como me gusta hoy, al punto de no interesarme ningún otro juego tanto como este.