Obligado

26 diciembre 2005

Obligado tuve que ir
a pesar de mi promesa,
de no jugar más en mesa
hasta que pase la racha,
si hasta una cucaracha
tenía más suerte que esa.

Cuando llamaron a la puerta
me acababa de acostar,
menuda siesta iba a echar
de no ser por los malditos
que entraron pegando gritos
y me hicieron levantar.

Vente que hay un torneo
con premios hasta el sexto,
no pongas ningún pretexto
que de nada te va a servir,
hay uno que no puede venir
¡no nos puedes hacer esto!

Llevaba no sé qué tiempo
que ni buen punto me entraba,
si de higo a brevas ligaba
como suele suceder,
era siempre pa perder
contra el que en suerte tocaba.

Pero ya sabéis que el mus
es como un par de tetas,
tira más que dos carretas
y no me pude negar,
así que me fui a jugar
seducido por sus tretas.

¡Quiero que todos sepáis
que me lleváis obligado!,
les hice saber enfadado
tratando de protegerme,
por si decidían volverme
los peretes del pasado.

Tuve suerte que de pareja
me pusieron a un chaval,
que ligaba más que Bisbal
porque yo ni las veía,
de haber sido por las mías
lo habríamos pasado mal.

Así que con su fortuna
y mi pobre aportación,
tuvimos la bendición
de ganar cinco seguidas,
mi compa era un rey Midas
convertía en oro el carbón.

Obligado me llevaron
y sin ligar un pimiento,
estaba yo tan contento
en la final de un torneo,
aunque decirlo así suene feo
¡cómo disfruté del momento!

Se salían con tres piedras,
obligado comencé a meter,
con su juego no pudieron ver,
treinta y dos eran muy buenas
pa salirse sin pasar penas
y no dejarse sorprender.

Remando por obligación
también nos habíamos quedado
a falta de tres y a su lado,
¡no va que me entró la una,
no sé si fue por fortuna
pero tuve que ver obligado!

Frases "célebres" de jugadores "célebres"

22 diciembre 2005

La mayoría de las frases típicas del mus son por todos conocidas. Pero hay otras que no lo son tanto, bien porque se suelen decir en círculos más íntimos o bien porque han sido acuñadas por personajes no muy notorios, pero el caso es que no han trascendido a nivel popular.
Haciendo un esfuerzo de memoria, voy a traer aquí algunas que recuerdo e intentaré explicar por qué se dijeron.

“El hombre que pretende verlo todo con claridad antes de decidir, nunca decide.“
AMIEL, Henri Frédéric
Esto se lo dijo Henry a un compañero muy pesado que ante cada envite del contrario, analizaba el por qué, el cómo, la cifra, el riesgo, que si llevan, que si no, que la forma, que el modo, que la mar en coche... y al final decía: ‘lo que tú decidas, compañero’

“Todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar lo que nos hace infelices. El instante mágico es el momento en que un SI o un NO pueden cambiar toda nuestra existencia.”
COELHO, Paulo
Aquí Paulo soltó esta frase para levantarle el ánimo a Memonic, su compañero, que venía de un típico día NDN (nada de nada) y estaba sumido en la más profunda de las decepciones, quemando cuanto libro de mus encontraba en su camino.

“En mi casa mando yo, pero mi mujer toma las decisiones.”
ALLEN, Woody
Confesión de Woody hecha por el móvil a su compañero que le esperaba para jugar la partida de después de cenar en el bar. ¡Eso es ser valiente y reconocerlo! No como otros, que empiezan a poner excusas del tipo: “han llegado mi cuñado y su mujer”, “estoy con la tensión altísima”, “el niño tiene 40 de fiebre”, etc., etc.

“Cuando la situación es adversa y la esperanza poca, las determinaciones drásticas son las más seguras.”
LIVIO, Tito
¡Sabio el Tito! 39-39 y el contrario que es mano lo corta echando órdago a grande. Su compa le canta perete y la mayor de sus cartas es una sota. Solo un sabio podría decir eso en un momento así. ¡Por supuesto, no vió el órdago!

“Lo que no me mata, me fortalece.”
NIETZSCHE, Friedrich
Esto lo soltó el Federico precedido de un ¡¡uuuufffffff!, después de echar órdago a juego con 35 (y pares) de mano que no fue querido, habiendo cortado el postre y ante la reprochable actitud de los contrarios, que con 31 ambos, se tiraron cinco minutos ‘que vemos’, ‘que no vemos’, ‘que la lleva’, ‘que no la lleva’. ¡No se puede hacer sufrir así a un ser humano!

“El deseo de parecer listo impide el llegar a serlo.”
LA ROCHEFOUCAULD, François de
El Paco era ácido cuando quería, a pesar de su apellido. Esto se lo dijo en un torneo a un pedante más tonto que una mujer que se cree irresistible. Cortaba él y salía echando 7 a grande y 7 a chica. Cortaba Paco y hacía lo mismo. Se daba un negro y envidaba en vez de pasar y esperar el envite del contrario. ¡Menuda paliza se llevó el tontolaba!

“Lo único capaz de consolar a un hombre por las estupideces que hace, es el orgullo que le proporciona hacerlas.”
WILDE, Oscar
Y el Oscar, ni corto ni perezoso, que jugaba de compañero de Paco, va y suelta esto. ¡Menudos dos!

JUGANDO AL MUS: "La veintiuna"

16 diciembre 2005

La veintiuna se llama en el argot del mus a la combinación de tres cartas que suman 21 puntos, con lo cual yendo a una y metiendo una figura de las 16 que hay en el mazo (4 sotas, 4 caballos y 8 reyes), haríamos 31 para juego. Pueden ser dos figuras y un as, 6 y 5 con figura o 7 y 4 con figura.
Este descarte solo es válido si se es mano y con ciertos matices. Antes diré que algunos buenos jugadores de mus consideran este descarte válido también, y en algunos casos, si se es 2º en el orden de la mesa, cosa con la que no estoy de acuerdo pero respeto esas opiniones. Lo que no es de recibo es quedarse a la 21 de 3º o de postre.
Ahora vamos a los matices. Desde el comienzo y hasta los 30 tantos aproximadamente, en una partida a 40, quedarse a la 21 tiene que ser una opción elegida ante un mal descarte. Es decir, si tengo de mano CS1, 47S, 47C, 65S, 65C y una cuarta carta que no haga juego obviamente, ante la disyuntiva de ir a cuatro cartas, es mejor quedarse a la 21 e ir a una carta.
Si en el mismo tramo de la partida, esas 21 antes mencionadas, en vez de ser con caballos o sotas, son con un rey, es mejor opción ir a tres cartas quedándonos con el rey. Claro que pasados los 30 tantos y si vamos por delante, siempre será buena opción la 21 de mano, sea con sota, caballo o rey.
En el caso de que la 21 esté formada por un as y dos figuras (dos sotas, dos caballos o dos reyes), siempre es bueno quedarse a ella, porque no solo hay catorce figuras más que pueden entrar para hacer 31, sino que también hay 7 pitos más que pueden formar duples. El descarte a la 21 es una apuesta arriesgada. Por eso mayormente debe ser usado como alternativa a un mal descarte y de mano. Si sale bien, nos sube la adrenalina. Si sale mal, nos entra dolor de barriga.
Solo hay que quedarse a la 21 de 2º, 3º o 4º si es con pares de figuras y as. La opción de quedarnos con un rey y desechar la 21 en los tres primeros cuartos de una partida es mejor porque estamos primeros en el orden del reparto y nos pueden entrar más reyes, frenando la fuga de los mismos hacia los contrarios. Pero además, si entran pares y juego malos, al ser mano y jugándolos bien les podemos sacar más rédito que a una 31 sin pares. Todo esto no hace más que reafirmar que la opción de quedarnos a la 21 tiene que ser ante la alternativa de un mal descarte, de mano.
Si no entra a la primera y por esas casualidades de la vida vuelve a haber mus, hay que morir con las botas puestas e insistir. No se debe cambiar de caballo en mitad del río. Por último, una apostilla: hay jugadores que al ver que su mano va a una carta, intuyendo que van con 21 y previendo que no meta lo que busca, también optan por ir a una. Bien porque tienen posibilidad de hacer juego para sumar o algunos pares que pueden convertirse en duples. El objetivo final es impresionar a los contrarios yendo ambos a una carta, para que no lo corten con poco y haya posibilidad de más mus. Personalmente, me mantengo en mis treces, siendo mano prefiero que mi postre no me engañe yendo a una y busque los reyes, si puede.
¿Se debe cortar si entra la 21 a la primera? ¡Ah... amigo! ¿Eso quién se lo puede responder? Dependerá de la partida, de los contrarios, de las musas inspiradoras... Si entra la 31 en el segundo intento porque hay dos muses, no lo corte, hágame caso. En el 98% de las veces lo cortará el contrario (eso debe venir en el libro ese de “Las probabilidades y el mus”, ¿verdad Berlanguero?).

Mus benéfico

13 diciembre 2005

Al acercarse estas fechas navideñas recuerdo el torneo de mus benéfico al que asistí el año pasado, por estos días de diciembre, más o menos.
Tengo una amiga, mujer elegante, culta y de ideas claras, que participa activamente en una organización filantrópica. Organiza todo tipo de eventos para recaudar fondos y atender necesidades de colectivos desfavorecidos: obras de teatro, cenas de caridad, funciones de beneficencia al estilo de esas que presiden las esposas de los ministros y secretarios de estado.
El año pasado por estas fechas, se embarcó en organizar un torneo de mus en los salones de un famoso hotel de cinco estrellas. Buscó empresas patrocinadoras de envergadura, multinacionales de esas que cotizan en bolsa y se anuncian por televisión. Cursó invitación para participar a empresarios, médicos, abogados, ingenieros, todos de renombre, periodistas famosos, algún ex alcalde, los suegros de un ex político, artistas consagrados, en fin, gente rica, aristocracia de ayer con apellidos de abolengo y aristocracia de hoy con cuentas corrientes rebosantes.
Me enteré del torneo por un correo suyo: “¡Tienes que venir, no me puedes fallar! Te he puesto en el programa. Pásate por la web de la Fundación y te enteras de todo, día, hora, etc. Disculpa que no te llame ni te dé más detalles, pero estoy fatal de tiempo. Mañana viajo a Togo, de allí a Laos, paso medio día en Polonia y vuelo a Sudamérica. Estaré de vuelta el día del torneo. ¡Suerte y gracias! ¡Que ganes!.”
Así es ella. Siempre con prisas y haciendo veinte cosas a la vez. ¡Y yo, que abro el correo dos días antes del torneo!. Me lo había puesto hacía una semana, con lo cual ahora estaría... vaya a saber en qué rincón de Sudamérica. Me voy a la web, ¡qué remedio!
Efectivamente, allí estaba el cartel del evento patrocinado por uno de los bancos más grandes de Europa, una empresa de telefonía líder, un periódico de gran tirada y un canal privado de televisión. ¡Toma ya! Pero... ¿y esto?, ¿qué pone aquí?... (corro a buscar las gafas). ¡Madre de Dios! ¡Se había pasado la tía! Anunciaba la participación del Campeón de Mus de España durante cinco años consecutivos... ¡y ponía mi nombre!
Diez pueblos se había pasado, menuda trola, ¡qué jodida! ¡Vamos, que me había puesto más o menos como el Induráin del mus!
Esto tenía que aclararlo. Llamé a su hermano. Le dije que tenía que localizarla urgentemente para hablar con ella y que si no lo hacía, no asistiría al torneo. A las tres de la mañana me llama al móvil, desde Bolivia: “Disculpa la hora, aquí son las 10 de la noche y acabo de llegar al hotel. ¡No me hagas esa faena! Tienes que estar en el torneo sí o sí. Lo de los campeonatos me lo inventé, si, pero tenía que poner algo que le diese caché, que atrajese gente, y ya sabes que a estos peces gordos les encanta jugar con alguien importante. Busqué en Internet, pero no encontré a nadie en el mus que pudiese impresionarlos. Si hubiese sido un torneo de golf o de tenis... pero en el mus, cada año gana uno distinto. Tu sabes bastante de mus y como eres mi amigo, se me ocurrió tu nombre, así que búscate un compañero que sepa como tú o más e impresiónalos. Te dejo que me esperan en recepción. Un beso. Nos vemos pasado mañana.”
¡Maldita sea! ¡Y me cuelga, así sin más! Habla a toda leche, me pilla dormido y cuelga, sin dar opción a réplica. Ya me ha ganado el primer juego.
Al día siguiente me pongo a la tarea de buscar compañero, porque con el que juego habitualmente algunos torneos no puedo presentarme en un sitio así. El Makelele (le dicen así en la peña porque le gusta darse negros) es muy buena gente, noble como el que más, pero el taco más suave que suelta pone roja a la más experimentada señorita de alterne. Y si no le entran cartas... ¡apaga y vamonos! Se caga en todo lo que se menea. ¡Cualquiera lo lleva a un sitio así!
Lo intenté llamando a tres o cuatro amigos que podían dar el perfil, pero nada, de hoy para mañana estaba complicada la cosa.
Bueno, dentro de todos los males pensé que al menos sería una experiencia grata, comería bien, conocería gente con glamour, y me ahorraría el dinerito de la inscripción que salía por un pico, 300 euros por personas, no se andaba con chiquitas mi amiga. ¡Ah, y los premios prometían! Donaciones de empresas que quitaban el sentido: ordenadores, relojes caros, electrodomésticos de última generación, y una televisión de plasma a cada uno de los ganadores, nada menos.
Me dieron las doce de la noche y seguía sin conseguir compañero. ¡No podía esperar más, tiré la toalla! Bajé al bar, con la seguridad de encontrar al Makelele echando una partida, como hacía todas las noches. No me costó convencerle, le dije que era gratis, que había buenos premios, copas, buena comida y gente que no podía ganarnos en una partida normal. El Make se apunta a un bombardeo. Eso sí, le dije, ponte camisa y corbata. Si no tienes una americana me lo dices que te dejo una, que allí va a haber gente distinguida. Y por favor ni un taco, limítate a hablar solo conmigo y en los lances de la partida, nada más. Asintió con una amplia sonrisa, dejando al descubierto el hueco producido por la falta de dos incisivos y un canino.
Al día siguiente lo recogí a la hora acordada. Se había puesto una camisa verde fosforescente con una corbata a rayas azul, lila y naranja. El pantalón era color marrón y los zapatos... bueno, el calzado, unas botas tejanas más sucias que el mono de un mecánico. No se había afeitado, el jodido. Con la chaqueta que le llevé, azul marino con botones dorados, creo que nadie notó si iba calzado. ¡Ni Hágata Ruiz de la Prada lo hubiese vestido peor!
Llegamos al hotel. Nos aparcaron el coche y entramos. Al poner un pié en la alfombra de recepción ya teníamos un empleado muy cordial tratándonos de caballeros y preguntándonos en qué podía servirnos (pensaba que nos habíamos equivocado de sitio, seguro). Le indiqué que veníamos al torneo benéfico de mus y nos preguntó nuestros nombres. Le di el mío, nos pidió que le esperásemos ahí mismo y fue a hacer una consulta. Volvió sonriendo y nos hizo una seña para que le siguiésemos. “Adelante campeón”, dijo mientras estiraba la mano para coger mi abrigo. Makelele soltó un ¡jijiji! y yo le propiné un codazo en las costillas, disimuladamente.
Nos condujo a un impresionante lobby decorado con rasgos modernos, escaleras de mármol y una fuente central que daba una atmósfera de verdadero estilo y elegancia. Todo muy chic y sofisticado. Mi amiga iba y venía haciendo presentaciones. Cuando nos vio, mejor dicho cuando vio al compañero que llevé, me saludó de lejos agitando la mano y siguió con su trajín. Makele ya tenía una cerveza en la derecha y dos canapés en la izquierda.
El torneo empezó enseguida, por suerte. La primera pareja que nos tocó fueron dos tíos perfectamente vestidos, con trajes caros y modales muy cuidados. De esos que no dicen ‘órdago’ porque les debe sonar feo, dicen ‘todas’. El Make se quedaba mirándome como preguntándome qué significaba. “Que han echado órdago a juego, compañero”, le decía yo. “Es mano, se ja dao mus y ja cantao pares, asín que veo con 31, maestro” respondía él, dejando escapar el aire por las mellas de la dentadura. ¿Qué le iba a decir, si estaba de acuerdo y ya nos conocíamos hasta en la forma de pensar? Les metimos un 3-0 en media hora. Eran muy malos. Fue como robarle la piruleta a un niño. Las otras parejas dominaban un poco más el juego, pero no eran rivales tampoco para nosotros. Nos clasificamos primeros en el grupo sin sobresaltos y pasamos a la ronda de octavos de final, donde se empezaba a jugar ya por eliminación directa.
Hicimos un descanso mientras terminaban los otros grupos y me llevé al Makelele a un sitio apartado. Mi obsesión era que no charlara con nadie y soltase uno de sus expresivos tacos. “Esto está chupao, compañero. Nos llevamos el plasma por cojones, estos no tienen ni puta idea”, me comentaba eufórico viendo el paño que nos había tocado. “¡Habla bien, Makelele, habla bien por favor!, le susurré.
Llegan los octavos y nos toca contra dos señoras mayores. Elegantísimas y más enjoyadas que Tutankamón. Esperamos más de 15 minutos que acudieran a la mesa. Saludaron y se ubicaron con una exasperante tranquilidad. Una de ellas, con un ademán muy fino, hizo que acudiera un camarero y retirase los ceniceros de la mesa sin mediar consulta alguna. Era obvio que no podíamos fumar durante la partida. Makelele se desabrochó el cuello de la camisa y se aflojó la corbata. La americana ya se la había quitado hacía un rato. El verde fosforito de la camisa no disimulaba ni un ápice las dos tremendas aureolas que causaban los sudores de sus sobacos.
Comenzaron a ligar, no mucho, pero siempre un escalón por encima de nosotros. Dos reyes sota para mí, dos reyes caballos para una de ellas. Medias de cuatros para nosotros, medias de seises para ellas. Duples gallegos, duples castellanos. No arriesgaban, no faroleaban. Eran transparentes y facilonas, pero jugaban con una lentitud y una parsimonia que nos sacaba de quicio. Se consultaban todo como si estuviesen en el salón de su casa charlando cómodamente. “Tengo dos reyes para ver los pares, Pitita”. “Si tienes dos reyes envídales 10 más, que estos caballeros tienen cara de no llevar nada, Marili”. Con jugadas así de inocentes nos iban ganando dos cero y era a cuatro juegos ganados. “¡Pedro (le llamé por el nombre de pila a mi compañero), no me mires así! Si llevan las dos pares y una de ellas declara inocentemente de postre que solo tiene dos reyes y la otra le manda envidar diez más, cómo quieres que vea con tres cuatros!". Pensé que llevaban mejores pares, pero no, iban con dos simples reyes nada más. Cuando sucedía al revés y veíamos lo que echaban confiando en lo que una de ellas declaraba, venía la otra y sacaba más. Y entre una mano y otra se contaban la vida y obra de los que se habían cruzado por el camino. “¿Has visto qué avejentado está Sebastián, Marili?. “¡Sí hija, no es para menos, con la operación que le hicieron!”. “¿Lo operaron?, ¿De qué?”... y así mano tras mano. ¡Nos estaban volviendo locos!
Tuvimos suerte en un cruce de duples de primeras dadas y acortamos diferencias, pero el 3-1 lo hicieron ellas de la misma manera, en otro cruce con suerte. Y ya íbamos por dos operaciones, tres funerales, cuatro bodas y una comunión.
Makelele estaba que no se lo podía creer. Hubiese apostado los dientes que le quedaban a que esta partida no la perdía ni ebrio ni dormido. Pero ya estaban 32 a 12 y las aureolas del sobaco le llegaban a la cintura. Se dio un negro de mano, de los que tanto le gustaban, con duples de caballos pitos, buscando el corte de ellas para rematar el juego o al menos acortar distancias. ¡Pero que va, se dieron mus! Se descartó de un as y le entró un rey. El resto fuimos a tres, menos el postre que se quedó a dos.
Lo cortó mi compañero y dejamos grande y chica en paso. A pares órdago, obviamente.
“¿Me quitas alguno, Marili?”, pregunta el postre. “¡Ninguno, Pitita!”, dice la otra.
“Bueno, yo tengo dos reyes con un cinco y un cuatro”, añade Pitita. “¡Si te gustan, ve querida”!, le contesta Marili indiferente, mientras busca con la mirada un camarero para pedir su tercer Cardhú desde que empezó la partida.
¡Por Dios! ¡Cómo vais a ver, si son segundas dadas, sois postres, mi compañero va a una, estáis a falta de ocho...! Todo eso pasaba por mi mente, pensando que Make llevaba como mínimo dos reyes, porque yo también tenía solo uno y ni pares.
El techo del hotel se le empezó a caer encima a Makelele cuando oye a Pitita insistir: “¿Entonces no te importa que vea, no Marili?”. Y se le terminó de desplomar cuando Marili, casi de pié y de espaldas agitando el brazo para que la vea el camarero, le contesta: “¡Pero ve, hija, ve. Ya sabes que si a ti te gusta, a mi también!”
“¡A la mierda! ¡Eliminados por dos viejas charlatanas!”, soltó Makelele mientras se levantaba de la mesa indignado y se iba hacia la barra sin despedirse.
Cumplimenté los saludos con aquellas agradables señoras y les felicité por su buen hacer musístico, todo con una sonrisa, pidiendo disculpas por la actitud de mi compañero. Fui a la barra, cogí al Make de un brazo y me lo llevé hacia la salida. Al recoger el abrigo se me acerca el mismo amable empleado del hotel que nos recibió. “Disculpe, la organización me ha encargado recaudar el dinero de la inscripción, son 600 euros”. ¡Menos mal que aceptaban tarjeta! La Visa estaba caliente, a punto de derretirse cuando me la devolvieron.
Esta relación de amor-odio que tengo con el mus no se ha visto alterada hasta el día de hoy. Este episodio no hizo más que acentuarla. Odio el mus cuando pierdo de esta manera. Lo odio cuando me ganan sin saber jugar. Odio que esas dos señoras se hayan quedado con la idea de que son mejores que nosotros. Odio que Pitita le diga a Marili: “¡Vaya campeones de mus! Nos los hemos pasado por la piedra (no creo que hayan dicho eso, me lo estoy imaginando).” Odio que se lo cuenten a sus amigas y que no vuelvan a jugar hasta dentro de un año, quedándose tan a gusto con la sensación de que le han ganado al Quíntuple Campeón de España.
Pero más amo el mus por todas las otras cosas buenas que me da cada día. Son demasiadas para enumerarlas aquí y esto se ha hecho muy largo ya.

¡Felices fiestas para todos!

El espíritu del Mus

07 diciembre 2005

Al hilo de otros comentarios vertidos en este indispensable "blog", quiero alertar sobre el riesgo que corre, a mi criterio, el "espíritu del mus" en los campeonatos donde los premios son económicos.Desde el Business Mus Club de Barcelona, club al que pertenezco, hemos sido pioneros en cuanto a la magnitud de los premios que se otorgan en campeonatos de mus en Cataluña, donde hasta no hace mucho los torneos tenían como premio un trofeo y poco más. No obstante, aún y pretendiendo aportar premios de cierta envergadura, estos siempre han sido "en especias", es decir un viaje, una estancia de fin de semana en un hotel, relojes y regalos en general que estimulen una "sana" competitividad y aliciente. Creo, no obstante, que los premios en metálico no son lo más adecuado para el mus y que "rompen" con la filosofía de este singular y excepcional juego, pues el dinero, ya se sabe, es muy apetecible y desgraciadamente genera una ambición absolutamente contraria a lo que yo entiendo como mus, es decir conseguir un ambiente amistoso, deportivo y competitivamente saludable. Cuando algún neófito me pregunta sobre a que tipo de juego se parece el mus, no me queda otro remedio que decirle que a ninguno otro, pero quizás por proximidad "popular" al póquer, puesto que es un juego de envite y de engaño, donde no siempre gana quien tiene mejores cartas (y ahí está la gracia), haciendo especial hincapié en que la gran diferencia existente entre ambos es que en el mus no se juega con dinero, sino con unas pequeñas piezas (amarracos) que hay que ir acumulando hasta alcanzar la cifra establecida. Pero claro, el póquer sin dinero es como un jardín sin flores, y precisamente a eso me refiero, pues pienso que el mus debe de reivindicar siempre su nula relación con todo lo que tenga a ver con dinero, porque es, o debería ser, un juego noble, sano, de caballeros, donde lo que se pone en juego vale mucho más que unas monedas, o billetes, pues es el honor de cada uno, el orgullo y sobretodo, el "fair play" de saber ganar... o perder, la humildad del derrotado y la elegancia del vencedor, y los que no son capaces de cumplir esas premisas, exhibiendo un sano sentido del humor no ofensivo... que jueguen al póquer, o a la ruleta!Creo que está bien disputar por obtener un apetitoso premio (merecido, por supuesto), pero por muy caro que este pueda ser (un viaje, por ejemplo), nunca será tan frió como el "vil metal" que desgraciadamente perturba las mentes de los que se creían más sensatos, generando discusiones ridículas y prácticas dudosas (señas falsas, ...), alejadas del "espíritu del mus" entre aquellos que no son dignos de deleitarse con ese preciado manjar de los que comos privilegiados practicantes.

El primer torneo

05 diciembre 2005

En una ocasión, hace ya bastante tiempo, un compañero de trabajo me invitó a las fiestas de su pueblo. ¡Vente el sábado que hay un torneo de mus! – me dijo.
Por aquel entonces, ya había hecho mis primeros pinitos en este juego entre amigos y familiares. Pero apenas si sabía tener las cartas y acompañar a alguien que supiese jugar. Este que me invitaba sabía mucho, la verdad que sabía y aprendí bastante de él con el paso del tiempo. Pero apuntarme a un torneo me venía grande en aquella época, la verdad.
‘¿Y voy a jugar de compañero tuyo?’ – pregunté. Ahí aprendí que un compañero de mus para jugar un torneo, es una cosa especial. Un buen jugador es difícil que juegue con cualquiera, menos si no conoce como juega y mucho menos, si sabe que es novato. ‘Bueno... yo es que tengo compañero en el pueblo, jugamos todos los años juntos y ya me he comprometido con él, que si no encantado, ya sabes...’ – me respondió con toda diplomacia, ‘¡pero vente con tu cuñado que también le gusta jugar, hombre!’.
El caso es que fui. Convencí a mi joven cuñado, le eché morro y fui. El campeonato se celebraba en el polideportivo del pueblo, auspiciado por el dueño del bar, como suele suceder en las fiestas locales. Habría una veintena de parejas, entre las locales y las que venían de los pueblos vecinos. En el momento de apuntarnos, se acerca mi cuñado y me dice que teníamos que elegir un nombre para la pareja. La costumbre era esa. En el cuadro del torneo no aparecía García y Pérez contra Ramírez y López. Allí era: “Invencibles” contra “Galácticos” (sí, eso de galácticos ya lo usaban los musolaris antes que los periodistas del fútbol se lo apropiaran). Pues estaban entonces “Robapiedras”, “Terminator”, “Farrucos”, “Helguera”, “Pocapicha”, en fin, los nombres más variopintos que os podáis imaginar.
‘¿Y qué nombre nos ponemos?’ – pregunta mi cuñado. A mi me temblaban las piernas de los nervios, así que mis neuronas no estaban como para pensar un nombre apropiado en ese momento. ‘¿Tu de qué signo eres?’ – se me ocurre. ‘De Libra’ – me responde. ¡Pues ya está, nos llamaremos como tu signo del zodíaco: “Libra” – asunto zanjado. Había mucho barullo, gente que entraba y salía, niños corriendo y chillando, no nos conocía nadie y el compañero de trabajo que me había invitado al final no vino al torneo, le surgió un tema familiar y tuvo que volver a la ciudad.
Una vez efectuado el sorteo, llega la primera ronda. En la pizarra ponen, con tiza color rojo: Farrucos – Libra. Hora y pico mi cuñado y yo, en la barra, esperando que se siente alguien en la mesa donde había un papel que ponía “Farrucos – Libra”, para no ser los primeros en sentarnos, que nos daba vergüenza. Allí no se sentó nadie, cayeron unas cuantas cervezas y medio paquete de tabaco mientras esperábamos. Cuando vimos que los que iban acabando entregaban un papel en la mesa de control, cogimos el que había en la mesa con nuestro nombre y lo entregamos poniendo que habíamos ganado 4-0, por supuesto.
En la segunda ronda: Invencibles – Libra. Se repite la situación, desde la barra controlando visualmente la mesa donde estaba depositado el papel con nuestro nombre. Estos eran del pueblo, porque mientras echábamos otras cervezas unos parroquianos comentaban lo contento que estaban el Paco y el Tuerto (los Invencibles) porque les había tocado librar en segunda ronda. Ahí me di cuenta que el nombre que había elegido para la pareja llamaba a la confusión. ¿Qué hacemos?, le pregunto a mi cuñado. ¡Dichosa y atrevida juventud! El niñato me dice que ‘a callar’. que si ganábamos la siguiente nos metíamos en cuartos de final.. Y yo, que se me debió haber desconectado la única neurona que me funcionaba, asentí. A esas horas ya llevaba 36 botellines en el cuerpo, con 4 más me salía. Era inimputable, lo sabía. No se me podía acusar de delito alguno en aquel estado.
Nos tocaba contra “Terminator”, que al parecer habían ganado las dos últimas ediciones del torneo. Ya sabían quiénes éramos. ¡Hombre, quedábamos 8 parejas! Se ocuparon de averiguarlo porque no les sonábamos para nada. Además, corría el rumor de que las dos parejas que “eliminamos” habían reclamado a la organización, pero que ésta no podía hacer nada, porque en definitiva, no se habían presentado y ... ¡a cascarla! El rumor dejó de serlo para mí cuando vi al Tuerto y al Paco de “Invencibles”, de pie con los brazos cruzados frente a nuestra mesa, clavándonos una mirada penetrante de esas que te hielan la sangre.
Empezamos a jugar. Medio pueblo nos rodeaba, de pie mirando la partida. Tenía un pedo para ganar un “Oscar” (menos mal que mi cuñado no bebía). No veía ni las cartas. Hacía un calor sofocante. Sudaba como un pollo. Y me reía. Me entró la risa floja y no podía contenerla. Para colmo de males ligaba que daba gusto. Nos pusimos 2-0 por delante sin darnos cuenta, porque nos entraba todo. Al barajar se me caían las cartas al suelo cada dos por tres. Jugamos cuatro manos con un rey menos, que no podía estar en lugar mejor que debajo de mi silla, hasta que un vecino gritó: ‘¡hay un rey en el suelo!. Ya no había barullo. El silencio comenzó a hacerse cada vez más pesado. Las miradas hacia nosotros se volvían cada vez más torvas.
Mi cuñado pidió permiso para ir al baño y se levantó fijándome la vista como queriendo decirme algo. Me quedé un momento solo en la mesa. Nadie hablaba. Todas las miradas se dirigían a mí. Tuve un momento de lucidez y me levanté para ir al baño yo también. Me abrieron paso en cámara lenta, tropecé con un par de espectadores y enfilé hacia el baño, asiéndome de cuanta silla encontraba por el camino. En la puerta del baño me esperaba mi compañero que ni me dejó entrar. Me cogió por el cuello de la camisa y me arrastró a la calle por una puerta trasera que solo Dios podía haber puesto allí.
Una vez fuera nos detuvimos, nos miramos, ni nos hablamos, buscamos orientarnos hacia dónde podría estar el coche y bajamos el récord mundial de los 400 metros en 4 décimas, como mínimo. Dormí la mona durante la vuelta mientras mi cuñado conducía. Al llegar a casa me pregunta mi mujer qué tal nos había ido. ¡Mal!, le dije lacónicamente.
¡Ya lo sabía!, me responde. ¿Cómo que lo sabías?...
¡Si, lo pone en tu horóscopo!: "Virgo y Libra están alineados y la conjunción entre ambos es negativa. Hoy no participe en juegos de azar".
¡Y como tú eres Virgo, sabía que no te iría bien!

JUGANDO AL MUS: "La seña de chica"

04 diciembre 2005

La seña de dos ases hay que pasarla al compañero cuando llevamos ley y queremos que él envide a chica para ver si podemos ganarnos unos tanto. Por ejemplo 114.

Así el compañero, si tiene seña de dos ases sabe que puede envidar sin miedo las que considere oportunas (3, 5 o más), según convenga a su jugada y al desarrollo de la partida, porque está tranquilo que hay ley y no corre riesgo de restar piedras a las que él piensa ganarse.

Lo que NO se debe hacer es pasar seña de dos ases con una sota por ejemplo, o cualquier combinación que no sea ley, porque confundimos al compañero y si nos pillan, quedamos vendidos a pares y a punto. También podemos necesitar esos dos pitos para robar los pares en caso de que el compañero no lleve.

Esos ases mal acompañados son para jugarlos en paso y como mucho, ver un envite según esté el tanteo.

Si se quiere usar la chica envidando para averiguar algo a pares o para ocultar una jugada posterior, lo debe hacer uno mismo. En esos envites que suelen hacerse sabiendo que se pierde un tanto si te ven para luego sacar un mayor rédito en otro lance, no se debe involucrar al compañero pasándole la seña de dos pitos.