Mi media naranja

15 septiembre 2006

Ayer jugué al mus con mi media naranja. ¡Mecaguenlalechuga! No me podía haber ido peor. Todas las partidas igual. En las dos primeras manos, solomillo o duples y los contris nada, con lo cual me ganaba las mías y gracias. El resto de las manos, a dos velas. Tratando de arañar una piedra viendo a grande con rey caballo, otra a chica con pito cuatro, cortando con juego achacoso para ver si me lo ganaba en paso. Pero al final, cuando hacía falta algo mínimamente digno para remar, ni unos miserables pares me venían.

Y lo peor, como pasa siempre en estos casos, fue que las jugadas de provecho, esas que te aumentan las palpitaciones y dices: “aquí está, esta es la mía”, terminaban siendo de provecho pero para ellos, que siempre las tenían mejores.
Acabé desquiciado, mi pareja cabreada, reproches de por qué no echaste más, por qué no lo dejaste en paso, tendrías que haber visto... y la leche en bicicleta.
¡Mira que nos llevamos bien y nos complementamos el uno al otro! Pero ayer no hubo caso, éramos como dos desconocidos, acabamos cada uno por su lado y perdiendo como jamás me había pasado.
¡Nunca más vuelvo a jugar al mus con mi media naranja!
¡Si pillo al que me dijo que eso traía suerte, se va a enterar!

Juego de mentirosos

Tomando las acepciones del verbo mentir más aplicables al juego del mus, tenemos que significa “decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa”, “inducir a error”, “fingir, aparentar”.
Las otras se refieren a falsificar o romper un pacto o no cumplir lo prometido, que no vienen demasiado al caso.
Y entre los múltiples calificativos que tiene nuestro juego preferido (juego de caballeros, juego de juegos, rey de juegos), hay uno muy frecuente y universal: “el mus es un juego de mentirosos”.

“Hazte fama y échate a dormir”, decía mi abuela. Cada vez que oigo que para jugar al mus hay que ser un buen mentiroso, que el que no sabe mentir no tiene futuro en este juego, que todo se basa en la mentira, etc., me pregunto si realmente en una mesa de buenos jugadores, todos son también buenos mentirosos. Me pregunto incluso, si hay realmente algún mentiroso entre ellos.
Porque mentir en la previa no es mentir. Alardear de pares buenísimos o de juego ganador, antes de cortar el mus, es pavonearse ante el contrario en forma positiva y ganadora, lo mismo que decir que no se ha ligado ‘ni para mentir’ es darse bombo en forma negativa o perdedora. ¿Pero eso es mentir? Eso puede llegar a confundir a algún principiante, pero a un jugador ducho no le perturba en absoluto.
Otra mentira de boquilla, más elaborada o más profesional si queréis llamarla así, sería aquella en la que un jugador se pone a analizar una jugada y comenta con su compañero que está obligado a ‘robar’ esos pares o ese juego ante el riesgo de que, si se lo apuntan los contrarios y suman alguna otra cosilla que haya en paso, se salgan. Luego, el afligido por la inminente salida de los contrarios saca unos pares espectaculares y te gana.
Más de lo mismo. Cacareo usual e intrínseco del juego en si, real o adulterado, pero que no constituye una mentira propiamente dicha, salvo que nuestra credulidad no tenga instalado un cortafuegos.
Y como estos habría muchísimos ejemplos más de situaciones, todas de palabra, que rozan la frontera entre la mentira y el ‘vacilar’, typical spanish.
Pero, puesto que el mus es un juego de cartas y como tal hay que jugarlo, valga la redundancia, mentir jugando, “inducir a error”, “fingir, aparentar” mediante envites, reenvites o jugadas en paso, eso no existe. En el mus no se miente.
¿Es mentir envidar a grande con 1145? No. Bien puedo creer que gano ese lance con esa jugada, porque soy mano y los demás llevan lo mismo, por ejemplo. Más de uno dirá que finjo llevar reyes e induzco a error para el lance de pares, con lo cual estoy mintiendo. No, no miento ni induzco a nada, solo estoy haciendo algo que el reglamento del mus me permite y que es envidar, en este caso, en grande, chica, pares y punto. Otra cosa es que ese envite a mayor forme parte de un plan o estrategia previamente definida por mi para obtener determinado resultado, pero de mentira no tiene nada.
Como tampoco miente el que se juega las piedras con 33 de mano. ¿Por qué no puede pensar que el otro lleva lo mismo y estar convencido de ganar, sin que se le acuse de mentiroso? Si, ya sé que no es frecuente y las estadísticas y probabilidades no aconsejan estas actitudes temerarias, pero no llamen mentiroso a un señor que juega así, ¡por favor!
¿Y jugártela a pares con dos pitos o a juego con 33, ambos de postre?, dirán otros. Esos son casos que estarían en el límite entre la mentira y la obligación, la necesidad o el compromiso de jugar bien a esto, que para eso nos ponemos, no?, por lo tanto no miente quien hace bien su tarea, quien cumple con su obligación. En paso eso no se gana, quiere ganar y por lo tanto tiene que envidar, ese señor no miente, ese individuo cumple con su deber.
Ahora viene el listo de turno (el ser diminuto que habita en nuestros sesos y que siempre trata de desbaratar tus ideas) que me dice: ¿y cuando tienes cuatro reyes y envidas a chica? Puedes pensar que uno de los rivales también lleve cuatro reyes y le ganes de mano, pero ¿y el otro, que va a llevar? ¡Y no me digas que para eso está tu compañero, mentiroso!
¡Pues no, listo! Te digo que los lances están ahí para que alguien se los apunte. Oye, yo invito a mis contrarios para que se ganen unas piedras a chicas, pero si no quieren, que le voy a hacer, me la tendré que apuntar yo, ¿no?. Pero mentiroso tu padre, yo no he mentido, solo he intentado ser generoso.
Pues ya veis amigos, hay para todos los gustos. Pero el tono peyorativo con el que se suele decir a la ligera: “el mus es un juego de mentirosos”, no es verdad.
Y para el que tenga alguna duda, todo esto que habéis leído es mentira.