Ver o no ver (Chespir)

28 noviembre 2006

Ambiwo es jugando al mus, como su propio nombre indica, ambiguo. Para los contrarios y para el compañero, porque pronuncia frases que tienen más de un significado posible (‘al tran tran sin pasarte a nada’, ‘tres pitos pero puedo mejorar’).
Y así todo el rato con expresiones ambivalentes que hacen que un extremo y otro se confundan, se mezclen, generando una incertidumbre que a la primera de cambio incita al contrario a invertir para “averiguar”, riesgo que Ambiwo es un maestro en capitalizar a su favor.
De mano siempre dice al compañero: “Tengo juego malo, así que si lo cortas tendré que echar muchas. ¡Tu verás lo que haces!”.


La maldita frase tiene mandanga. La mitad de las veces lleva juego y la otra mitad no lleva ni pares. Jugando de pareja con él, tienes la pelota en tu tejado antes de que hayas podido ver las cartas. Se las arregla magistralmente para ser el primero en hablar. Y una vez dicho lo suyo, no vas a hacer el panoli preguntando ¿lo corto o no lo corto? Ya te lo ha dicho: “¡Tu verás lo que haces!, que es lo mismo que decir: ‘si la cagas, a mi no me mires’. No obstante, es un virtuoso del juego en equipo, en su escala de valores no cabe el reprochar al compañero ningún error.
Pero para el contrario es curiosamente demoledora esa particular manera de esconder y mostrar. Genera una tentación que cautiva y amedrenta al mismo tiempo. Querer o no querer. El trastorno producido por esa amalgama de atracción y miedo embarra el deseo original, la primera intención, la actuación propia y lógica para esa situación concreta.
No es la ambigüedad en sí, sino el modo de expresarla y acompañarla con el lenguaje corporal lo que la hace efectiva ante el contrario, lo que le fuerza a formularse más de una interpretación, lo que le provoca reacciones alternativas. Lo que en definitiva produce miedo, duda y culpa, ingredientes que generalmente inducen al error.

Aquí también cabe el frecuentado consejo que suele darse a los niños cuando presencian una acción arriesgada o temeraria: “Esto jamás debéis intentarlo vosotros solos, siempre ante la presencia de un adulto”.

Traducción para aprendices y novatos: “Tu no intentes lo de la ambigüedad que, al igual que a mí, te van a pillar el 99% de las veces. Espera a sacarte el Master, o sea después de haber pasado por caja unas 150 veces”.

Juego de mentirosos (II)

27 noviembre 2006

La paradoja del mentiroso es una de las paradojas, valga el paradojismo, más famosas que se conocen.
Se le atribuye a un musolari muy antiguo, Epiménides, para más datos poeta y filósofo cretense que vivió allá por el siglo VI adC.
Epi, que iba siempre de farol, no tuvo mejor idea que decir: “Todos los cretenses son mentirosos”.
¡Y no va el tío y se hace famoso por esa frase!

Más cercano en el tiempo, tenemos a otro filósofo que hiló más fino en la paradoja del mentiroso. Falacio (ilustre jugador de mus, antepasado de Jabato) sentenció: “Todos los jugadores de mus son mentirosos”


Cuando empleamos expresiones o frases que empaquetan una contradicción, es decir que en sí mismas son una negación, como por ejemplo: “Llevo 31 con duples” o “Media de pitos y un punto que te cagas”, estamos formulando una paradoja. Pero nunca falta un compañero “paradojo” que no se entera y se da mus. ¡Pero hombre, si te estoy diciendo que tengo duples y 31! ¿Qué más quieres que te diga para que lo cortes?

Si establecemos como verdad unánimemente aceptada que un mentiroso sólo hace afirmaciones que son falsas, y si como jugador de mus afirmo que: “todos los jugadores de mus son mentirosos”, parece que la afirmación se auto contradice.

Tal afirmación no puede ser cierta ya que soy jugador de mus y por lo tanto soy mentiroso, luego, si digo que “todos los jugadores de mus son mentirosos” estoy mintiendo.

Por el contrario, si suponemos que la afirmación es verdadera, entonces estoy diciendo que “ningun jugador de mus miente”, ya que soy un jugador de mus que siempre miento.

Para aclararnos un poco, si Falacio dice la verdad, está mintiendo; si está mintiendo dice la verdad.
Con esto podemos concluir lógica y filosóficamente que el mus no es un juego de mentirosos.

¿Y si un “no” jugador de mus dice que ‘todos los jugadores de mus son mentirosos’?
¡Ese que se calle, si nunca ha jugado al mus no sabe lo que dice! O mejor todavía, que lea la página de Mecala y se ilustre.