Obligado

26 diciembre 2005

Obligado tuve que ir
a pesar de mi promesa,
de no jugar más en mesa
hasta que pase la racha,
si hasta una cucaracha
tenía más suerte que esa.

Cuando llamaron a la puerta
me acababa de acostar,
menuda siesta iba a echar
de no ser por los malditos
que entraron pegando gritos
y me hicieron levantar.

Vente que hay un torneo
con premios hasta el sexto,
no pongas ningún pretexto
que de nada te va a servir,
hay uno que no puede venir
¡no nos puedes hacer esto!

Llevaba no sé qué tiempo
que ni buen punto me entraba,
si de higo a brevas ligaba
como suele suceder,
era siempre pa perder
contra el que en suerte tocaba.

Pero ya sabéis que el mus
es como un par de tetas,
tira más que dos carretas
y no me pude negar,
así que me fui a jugar
seducido por sus tretas.

¡Quiero que todos sepáis
que me lleváis obligado!,
les hice saber enfadado
tratando de protegerme,
por si decidían volverme
los peretes del pasado.

Tuve suerte que de pareja
me pusieron a un chaval,
que ligaba más que Bisbal
porque yo ni las veía,
de haber sido por las mías
lo habríamos pasado mal.

Así que con su fortuna
y mi pobre aportación,
tuvimos la bendición
de ganar cinco seguidas,
mi compa era un rey Midas
convertía en oro el carbón.

Obligado me llevaron
y sin ligar un pimiento,
estaba yo tan contento
en la final de un torneo,
aunque decirlo así suene feo
¡cómo disfruté del momento!

Se salían con tres piedras,
obligado comencé a meter,
con su juego no pudieron ver,
treinta y dos eran muy buenas
pa salirse sin pasar penas
y no dejarse sorprender.

Remando por obligación
también nos habíamos quedado
a falta de tres y a su lado,
¡no va que me entró la una,
no sé si fue por fortuna
pero tuve que ver obligado!

Frases "célebres" de jugadores "célebres"

22 diciembre 2005

La mayoría de las frases típicas del mus son por todos conocidas. Pero hay otras que no lo son tanto, bien porque se suelen decir en círculos más íntimos o bien porque han sido acuñadas por personajes no muy notorios, pero el caso es que no han trascendido a nivel popular.
Haciendo un esfuerzo de memoria, voy a traer aquí algunas que recuerdo e intentaré explicar por qué se dijeron.

“El hombre que pretende verlo todo con claridad antes de decidir, nunca decide.“
AMIEL, Henri Frédéric
Esto se lo dijo Henry a un compañero muy pesado que ante cada envite del contrario, analizaba el por qué, el cómo, la cifra, el riesgo, que si llevan, que si no, que la forma, que el modo, que la mar en coche... y al final decía: ‘lo que tú decidas, compañero’

“Todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar lo que nos hace infelices. El instante mágico es el momento en que un SI o un NO pueden cambiar toda nuestra existencia.”
COELHO, Paulo
Aquí Paulo soltó esta frase para levantarle el ánimo a Memonic, su compañero, que venía de un típico día NDN (nada de nada) y estaba sumido en la más profunda de las decepciones, quemando cuanto libro de mus encontraba en su camino.

“En mi casa mando yo, pero mi mujer toma las decisiones.”
ALLEN, Woody
Confesión de Woody hecha por el móvil a su compañero que le esperaba para jugar la partida de después de cenar en el bar. ¡Eso es ser valiente y reconocerlo! No como otros, que empiezan a poner excusas del tipo: “han llegado mi cuñado y su mujer”, “estoy con la tensión altísima”, “el niño tiene 40 de fiebre”, etc., etc.

“Cuando la situación es adversa y la esperanza poca, las determinaciones drásticas son las más seguras.”
LIVIO, Tito
¡Sabio el Tito! 39-39 y el contrario que es mano lo corta echando órdago a grande. Su compa le canta perete y la mayor de sus cartas es una sota. Solo un sabio podría decir eso en un momento así. ¡Por supuesto, no vió el órdago!

“Lo que no me mata, me fortalece.”
NIETZSCHE, Friedrich
Esto lo soltó el Federico precedido de un ¡¡uuuufffffff!, después de echar órdago a juego con 35 (y pares) de mano que no fue querido, habiendo cortado el postre y ante la reprochable actitud de los contrarios, que con 31 ambos, se tiraron cinco minutos ‘que vemos’, ‘que no vemos’, ‘que la lleva’, ‘que no la lleva’. ¡No se puede hacer sufrir así a un ser humano!

“El deseo de parecer listo impide el llegar a serlo.”
LA ROCHEFOUCAULD, François de
El Paco era ácido cuando quería, a pesar de su apellido. Esto se lo dijo en un torneo a un pedante más tonto que una mujer que se cree irresistible. Cortaba él y salía echando 7 a grande y 7 a chica. Cortaba Paco y hacía lo mismo. Se daba un negro y envidaba en vez de pasar y esperar el envite del contrario. ¡Menuda paliza se llevó el tontolaba!

“Lo único capaz de consolar a un hombre por las estupideces que hace, es el orgullo que le proporciona hacerlas.”
WILDE, Oscar
Y el Oscar, ni corto ni perezoso, que jugaba de compañero de Paco, va y suelta esto. ¡Menudos dos!

JUGANDO AL MUS: "La veintiuna"

16 diciembre 2005

La veintiuna se llama en el argot del mus a la combinación de tres cartas que suman 21 puntos, con lo cual yendo a una y metiendo una figura de las 16 que hay en el mazo (4 sotas, 4 caballos y 8 reyes), haríamos 31 para juego. Pueden ser dos figuras y un as, 6 y 5 con figura o 7 y 4 con figura.
Este descarte solo es válido si se es mano y con ciertos matices. Antes diré que algunos buenos jugadores de mus consideran este descarte válido también, y en algunos casos, si se es 2º en el orden de la mesa, cosa con la que no estoy de acuerdo pero respeto esas opiniones. Lo que no es de recibo es quedarse a la 21 de 3º o de postre.
Ahora vamos a los matices. Desde el comienzo y hasta los 30 tantos aproximadamente, en una partida a 40, quedarse a la 21 tiene que ser una opción elegida ante un mal descarte. Es decir, si tengo de mano CS1, 47S, 47C, 65S, 65C y una cuarta carta que no haga juego obviamente, ante la disyuntiva de ir a cuatro cartas, es mejor quedarse a la 21 e ir a una carta.
Si en el mismo tramo de la partida, esas 21 antes mencionadas, en vez de ser con caballos o sotas, son con un rey, es mejor opción ir a tres cartas quedándonos con el rey. Claro que pasados los 30 tantos y si vamos por delante, siempre será buena opción la 21 de mano, sea con sota, caballo o rey.
En el caso de que la 21 esté formada por un as y dos figuras (dos sotas, dos caballos o dos reyes), siempre es bueno quedarse a ella, porque no solo hay catorce figuras más que pueden entrar para hacer 31, sino que también hay 7 pitos más que pueden formar duples. El descarte a la 21 es una apuesta arriesgada. Por eso mayormente debe ser usado como alternativa a un mal descarte y de mano. Si sale bien, nos sube la adrenalina. Si sale mal, nos entra dolor de barriga.
Solo hay que quedarse a la 21 de 2º, 3º o 4º si es con pares de figuras y as. La opción de quedarnos con un rey y desechar la 21 en los tres primeros cuartos de una partida es mejor porque estamos primeros en el orden del reparto y nos pueden entrar más reyes, frenando la fuga de los mismos hacia los contrarios. Pero además, si entran pares y juego malos, al ser mano y jugándolos bien les podemos sacar más rédito que a una 31 sin pares. Todo esto no hace más que reafirmar que la opción de quedarnos a la 21 tiene que ser ante la alternativa de un mal descarte, de mano.
Si no entra a la primera y por esas casualidades de la vida vuelve a haber mus, hay que morir con las botas puestas e insistir. No se debe cambiar de caballo en mitad del río. Por último, una apostilla: hay jugadores que al ver que su mano va a una carta, intuyendo que van con 21 y previendo que no meta lo que busca, también optan por ir a una. Bien porque tienen posibilidad de hacer juego para sumar o algunos pares que pueden convertirse en duples. El objetivo final es impresionar a los contrarios yendo ambos a una carta, para que no lo corten con poco y haya posibilidad de más mus. Personalmente, me mantengo en mis treces, siendo mano prefiero que mi postre no me engañe yendo a una y busque los reyes, si puede.
¿Se debe cortar si entra la 21 a la primera? ¡Ah... amigo! ¿Eso quién se lo puede responder? Dependerá de la partida, de los contrarios, de las musas inspiradoras... Si entra la 31 en el segundo intento porque hay dos muses, no lo corte, hágame caso. En el 98% de las veces lo cortará el contrario (eso debe venir en el libro ese de “Las probabilidades y el mus”, ¿verdad Berlanguero?).

Mus benéfico

13 diciembre 2005

Al acercarse estas fechas navideñas recuerdo el torneo de mus benéfico al que asistí el año pasado, por estos días de diciembre, más o menos.
Tengo una amiga, mujer elegante, culta y de ideas claras, que participa activamente en una organización filantrópica. Organiza todo tipo de eventos para recaudar fondos y atender necesidades de colectivos desfavorecidos: obras de teatro, cenas de caridad, funciones de beneficencia al estilo de esas que presiden las esposas de los ministros y secretarios de estado.
El año pasado por estas fechas, se embarcó en organizar un torneo de mus en los salones de un famoso hotel de cinco estrellas. Buscó empresas patrocinadoras de envergadura, multinacionales de esas que cotizan en bolsa y se anuncian por televisión. Cursó invitación para participar a empresarios, médicos, abogados, ingenieros, todos de renombre, periodistas famosos, algún ex alcalde, los suegros de un ex político, artistas consagrados, en fin, gente rica, aristocracia de ayer con apellidos de abolengo y aristocracia de hoy con cuentas corrientes rebosantes.
Me enteré del torneo por un correo suyo: “¡Tienes que venir, no me puedes fallar! Te he puesto en el programa. Pásate por la web de la Fundación y te enteras de todo, día, hora, etc. Disculpa que no te llame ni te dé más detalles, pero estoy fatal de tiempo. Mañana viajo a Togo, de allí a Laos, paso medio día en Polonia y vuelo a Sudamérica. Estaré de vuelta el día del torneo. ¡Suerte y gracias! ¡Que ganes!.”
Así es ella. Siempre con prisas y haciendo veinte cosas a la vez. ¡Y yo, que abro el correo dos días antes del torneo!. Me lo había puesto hacía una semana, con lo cual ahora estaría... vaya a saber en qué rincón de Sudamérica. Me voy a la web, ¡qué remedio!
Efectivamente, allí estaba el cartel del evento patrocinado por uno de los bancos más grandes de Europa, una empresa de telefonía líder, un periódico de gran tirada y un canal privado de televisión. ¡Toma ya! Pero... ¿y esto?, ¿qué pone aquí?... (corro a buscar las gafas). ¡Madre de Dios! ¡Se había pasado la tía! Anunciaba la participación del Campeón de Mus de España durante cinco años consecutivos... ¡y ponía mi nombre!
Diez pueblos se había pasado, menuda trola, ¡qué jodida! ¡Vamos, que me había puesto más o menos como el Induráin del mus!
Esto tenía que aclararlo. Llamé a su hermano. Le dije que tenía que localizarla urgentemente para hablar con ella y que si no lo hacía, no asistiría al torneo. A las tres de la mañana me llama al móvil, desde Bolivia: “Disculpa la hora, aquí son las 10 de la noche y acabo de llegar al hotel. ¡No me hagas esa faena! Tienes que estar en el torneo sí o sí. Lo de los campeonatos me lo inventé, si, pero tenía que poner algo que le diese caché, que atrajese gente, y ya sabes que a estos peces gordos les encanta jugar con alguien importante. Busqué en Internet, pero no encontré a nadie en el mus que pudiese impresionarlos. Si hubiese sido un torneo de golf o de tenis... pero en el mus, cada año gana uno distinto. Tu sabes bastante de mus y como eres mi amigo, se me ocurrió tu nombre, así que búscate un compañero que sepa como tú o más e impresiónalos. Te dejo que me esperan en recepción. Un beso. Nos vemos pasado mañana.”
¡Maldita sea! ¡Y me cuelga, así sin más! Habla a toda leche, me pilla dormido y cuelga, sin dar opción a réplica. Ya me ha ganado el primer juego.
Al día siguiente me pongo a la tarea de buscar compañero, porque con el que juego habitualmente algunos torneos no puedo presentarme en un sitio así. El Makelele (le dicen así en la peña porque le gusta darse negros) es muy buena gente, noble como el que más, pero el taco más suave que suelta pone roja a la más experimentada señorita de alterne. Y si no le entran cartas... ¡apaga y vamonos! Se caga en todo lo que se menea. ¡Cualquiera lo lleva a un sitio así!
Lo intenté llamando a tres o cuatro amigos que podían dar el perfil, pero nada, de hoy para mañana estaba complicada la cosa.
Bueno, dentro de todos los males pensé que al menos sería una experiencia grata, comería bien, conocería gente con glamour, y me ahorraría el dinerito de la inscripción que salía por un pico, 300 euros por personas, no se andaba con chiquitas mi amiga. ¡Ah, y los premios prometían! Donaciones de empresas que quitaban el sentido: ordenadores, relojes caros, electrodomésticos de última generación, y una televisión de plasma a cada uno de los ganadores, nada menos.
Me dieron las doce de la noche y seguía sin conseguir compañero. ¡No podía esperar más, tiré la toalla! Bajé al bar, con la seguridad de encontrar al Makelele echando una partida, como hacía todas las noches. No me costó convencerle, le dije que era gratis, que había buenos premios, copas, buena comida y gente que no podía ganarnos en una partida normal. El Make se apunta a un bombardeo. Eso sí, le dije, ponte camisa y corbata. Si no tienes una americana me lo dices que te dejo una, que allí va a haber gente distinguida. Y por favor ni un taco, limítate a hablar solo conmigo y en los lances de la partida, nada más. Asintió con una amplia sonrisa, dejando al descubierto el hueco producido por la falta de dos incisivos y un canino.
Al día siguiente lo recogí a la hora acordada. Se había puesto una camisa verde fosforescente con una corbata a rayas azul, lila y naranja. El pantalón era color marrón y los zapatos... bueno, el calzado, unas botas tejanas más sucias que el mono de un mecánico. No se había afeitado, el jodido. Con la chaqueta que le llevé, azul marino con botones dorados, creo que nadie notó si iba calzado. ¡Ni Hágata Ruiz de la Prada lo hubiese vestido peor!
Llegamos al hotel. Nos aparcaron el coche y entramos. Al poner un pié en la alfombra de recepción ya teníamos un empleado muy cordial tratándonos de caballeros y preguntándonos en qué podía servirnos (pensaba que nos habíamos equivocado de sitio, seguro). Le indiqué que veníamos al torneo benéfico de mus y nos preguntó nuestros nombres. Le di el mío, nos pidió que le esperásemos ahí mismo y fue a hacer una consulta. Volvió sonriendo y nos hizo una seña para que le siguiésemos. “Adelante campeón”, dijo mientras estiraba la mano para coger mi abrigo. Makelele soltó un ¡jijiji! y yo le propiné un codazo en las costillas, disimuladamente.
Nos condujo a un impresionante lobby decorado con rasgos modernos, escaleras de mármol y una fuente central que daba una atmósfera de verdadero estilo y elegancia. Todo muy chic y sofisticado. Mi amiga iba y venía haciendo presentaciones. Cuando nos vio, mejor dicho cuando vio al compañero que llevé, me saludó de lejos agitando la mano y siguió con su trajín. Makele ya tenía una cerveza en la derecha y dos canapés en la izquierda.
El torneo empezó enseguida, por suerte. La primera pareja que nos tocó fueron dos tíos perfectamente vestidos, con trajes caros y modales muy cuidados. De esos que no dicen ‘órdago’ porque les debe sonar feo, dicen ‘todas’. El Make se quedaba mirándome como preguntándome qué significaba. “Que han echado órdago a juego, compañero”, le decía yo. “Es mano, se ja dao mus y ja cantao pares, asín que veo con 31, maestro” respondía él, dejando escapar el aire por las mellas de la dentadura. ¿Qué le iba a decir, si estaba de acuerdo y ya nos conocíamos hasta en la forma de pensar? Les metimos un 3-0 en media hora. Eran muy malos. Fue como robarle la piruleta a un niño. Las otras parejas dominaban un poco más el juego, pero no eran rivales tampoco para nosotros. Nos clasificamos primeros en el grupo sin sobresaltos y pasamos a la ronda de octavos de final, donde se empezaba a jugar ya por eliminación directa.
Hicimos un descanso mientras terminaban los otros grupos y me llevé al Makelele a un sitio apartado. Mi obsesión era que no charlara con nadie y soltase uno de sus expresivos tacos. “Esto está chupao, compañero. Nos llevamos el plasma por cojones, estos no tienen ni puta idea”, me comentaba eufórico viendo el paño que nos había tocado. “¡Habla bien, Makelele, habla bien por favor!, le susurré.
Llegan los octavos y nos toca contra dos señoras mayores. Elegantísimas y más enjoyadas que Tutankamón. Esperamos más de 15 minutos que acudieran a la mesa. Saludaron y se ubicaron con una exasperante tranquilidad. Una de ellas, con un ademán muy fino, hizo que acudiera un camarero y retirase los ceniceros de la mesa sin mediar consulta alguna. Era obvio que no podíamos fumar durante la partida. Makelele se desabrochó el cuello de la camisa y se aflojó la corbata. La americana ya se la había quitado hacía un rato. El verde fosforito de la camisa no disimulaba ni un ápice las dos tremendas aureolas que causaban los sudores de sus sobacos.
Comenzaron a ligar, no mucho, pero siempre un escalón por encima de nosotros. Dos reyes sota para mí, dos reyes caballos para una de ellas. Medias de cuatros para nosotros, medias de seises para ellas. Duples gallegos, duples castellanos. No arriesgaban, no faroleaban. Eran transparentes y facilonas, pero jugaban con una lentitud y una parsimonia que nos sacaba de quicio. Se consultaban todo como si estuviesen en el salón de su casa charlando cómodamente. “Tengo dos reyes para ver los pares, Pitita”. “Si tienes dos reyes envídales 10 más, que estos caballeros tienen cara de no llevar nada, Marili”. Con jugadas así de inocentes nos iban ganando dos cero y era a cuatro juegos ganados. “¡Pedro (le llamé por el nombre de pila a mi compañero), no me mires así! Si llevan las dos pares y una de ellas declara inocentemente de postre que solo tiene dos reyes y la otra le manda envidar diez más, cómo quieres que vea con tres cuatros!". Pensé que llevaban mejores pares, pero no, iban con dos simples reyes nada más. Cuando sucedía al revés y veíamos lo que echaban confiando en lo que una de ellas declaraba, venía la otra y sacaba más. Y entre una mano y otra se contaban la vida y obra de los que se habían cruzado por el camino. “¿Has visto qué avejentado está Sebastián, Marili?. “¡Sí hija, no es para menos, con la operación que le hicieron!”. “¿Lo operaron?, ¿De qué?”... y así mano tras mano. ¡Nos estaban volviendo locos!
Tuvimos suerte en un cruce de duples de primeras dadas y acortamos diferencias, pero el 3-1 lo hicieron ellas de la misma manera, en otro cruce con suerte. Y ya íbamos por dos operaciones, tres funerales, cuatro bodas y una comunión.
Makelele estaba que no se lo podía creer. Hubiese apostado los dientes que le quedaban a que esta partida no la perdía ni ebrio ni dormido. Pero ya estaban 32 a 12 y las aureolas del sobaco le llegaban a la cintura. Se dio un negro de mano, de los que tanto le gustaban, con duples de caballos pitos, buscando el corte de ellas para rematar el juego o al menos acortar distancias. ¡Pero que va, se dieron mus! Se descartó de un as y le entró un rey. El resto fuimos a tres, menos el postre que se quedó a dos.
Lo cortó mi compañero y dejamos grande y chica en paso. A pares órdago, obviamente.
“¿Me quitas alguno, Marili?”, pregunta el postre. “¡Ninguno, Pitita!”, dice la otra.
“Bueno, yo tengo dos reyes con un cinco y un cuatro”, añade Pitita. “¡Si te gustan, ve querida”!, le contesta Marili indiferente, mientras busca con la mirada un camarero para pedir su tercer Cardhú desde que empezó la partida.
¡Por Dios! ¡Cómo vais a ver, si son segundas dadas, sois postres, mi compañero va a una, estáis a falta de ocho...! Todo eso pasaba por mi mente, pensando que Make llevaba como mínimo dos reyes, porque yo también tenía solo uno y ni pares.
El techo del hotel se le empezó a caer encima a Makelele cuando oye a Pitita insistir: “¿Entonces no te importa que vea, no Marili?”. Y se le terminó de desplomar cuando Marili, casi de pié y de espaldas agitando el brazo para que la vea el camarero, le contesta: “¡Pero ve, hija, ve. Ya sabes que si a ti te gusta, a mi también!”
“¡A la mierda! ¡Eliminados por dos viejas charlatanas!”, soltó Makelele mientras se levantaba de la mesa indignado y se iba hacia la barra sin despedirse.
Cumplimenté los saludos con aquellas agradables señoras y les felicité por su buen hacer musístico, todo con una sonrisa, pidiendo disculpas por la actitud de mi compañero. Fui a la barra, cogí al Make de un brazo y me lo llevé hacia la salida. Al recoger el abrigo se me acerca el mismo amable empleado del hotel que nos recibió. “Disculpe, la organización me ha encargado recaudar el dinero de la inscripción, son 600 euros”. ¡Menos mal que aceptaban tarjeta! La Visa estaba caliente, a punto de derretirse cuando me la devolvieron.
Esta relación de amor-odio que tengo con el mus no se ha visto alterada hasta el día de hoy. Este episodio no hizo más que acentuarla. Odio el mus cuando pierdo de esta manera. Lo odio cuando me ganan sin saber jugar. Odio que esas dos señoras se hayan quedado con la idea de que son mejores que nosotros. Odio que Pitita le diga a Marili: “¡Vaya campeones de mus! Nos los hemos pasado por la piedra (no creo que hayan dicho eso, me lo estoy imaginando).” Odio que se lo cuenten a sus amigas y que no vuelvan a jugar hasta dentro de un año, quedándose tan a gusto con la sensación de que le han ganado al Quíntuple Campeón de España.
Pero más amo el mus por todas las otras cosas buenas que me da cada día. Son demasiadas para enumerarlas aquí y esto se ha hecho muy largo ya.

¡Felices fiestas para todos!

El espíritu del Mus

07 diciembre 2005

Al hilo de otros comentarios vertidos en este indispensable "blog", quiero alertar sobre el riesgo que corre, a mi criterio, el "espíritu del mus" en los campeonatos donde los premios son económicos.Desde el Business Mus Club de Barcelona, club al que pertenezco, hemos sido pioneros en cuanto a la magnitud de los premios que se otorgan en campeonatos de mus en Cataluña, donde hasta no hace mucho los torneos tenían como premio un trofeo y poco más. No obstante, aún y pretendiendo aportar premios de cierta envergadura, estos siempre han sido "en especias", es decir un viaje, una estancia de fin de semana en un hotel, relojes y regalos en general que estimulen una "sana" competitividad y aliciente. Creo, no obstante, que los premios en metálico no son lo más adecuado para el mus y que "rompen" con la filosofía de este singular y excepcional juego, pues el dinero, ya se sabe, es muy apetecible y desgraciadamente genera una ambición absolutamente contraria a lo que yo entiendo como mus, es decir conseguir un ambiente amistoso, deportivo y competitivamente saludable. Cuando algún neófito me pregunta sobre a que tipo de juego se parece el mus, no me queda otro remedio que decirle que a ninguno otro, pero quizás por proximidad "popular" al póquer, puesto que es un juego de envite y de engaño, donde no siempre gana quien tiene mejores cartas (y ahí está la gracia), haciendo especial hincapié en que la gran diferencia existente entre ambos es que en el mus no se juega con dinero, sino con unas pequeñas piezas (amarracos) que hay que ir acumulando hasta alcanzar la cifra establecida. Pero claro, el póquer sin dinero es como un jardín sin flores, y precisamente a eso me refiero, pues pienso que el mus debe de reivindicar siempre su nula relación con todo lo que tenga a ver con dinero, porque es, o debería ser, un juego noble, sano, de caballeros, donde lo que se pone en juego vale mucho más que unas monedas, o billetes, pues es el honor de cada uno, el orgullo y sobretodo, el "fair play" de saber ganar... o perder, la humildad del derrotado y la elegancia del vencedor, y los que no son capaces de cumplir esas premisas, exhibiendo un sano sentido del humor no ofensivo... que jueguen al póquer, o a la ruleta!Creo que está bien disputar por obtener un apetitoso premio (merecido, por supuesto), pero por muy caro que este pueda ser (un viaje, por ejemplo), nunca será tan frió como el "vil metal" que desgraciadamente perturba las mentes de los que se creían más sensatos, generando discusiones ridículas y prácticas dudosas (señas falsas, ...), alejadas del "espíritu del mus" entre aquellos que no son dignos de deleitarse con ese preciado manjar de los que comos privilegiados practicantes.

El primer torneo

05 diciembre 2005

En una ocasión, hace ya bastante tiempo, un compañero de trabajo me invitó a las fiestas de su pueblo. ¡Vente el sábado que hay un torneo de mus! – me dijo.
Por aquel entonces, ya había hecho mis primeros pinitos en este juego entre amigos y familiares. Pero apenas si sabía tener las cartas y acompañar a alguien que supiese jugar. Este que me invitaba sabía mucho, la verdad que sabía y aprendí bastante de él con el paso del tiempo. Pero apuntarme a un torneo me venía grande en aquella época, la verdad.
‘¿Y voy a jugar de compañero tuyo?’ – pregunté. Ahí aprendí que un compañero de mus para jugar un torneo, es una cosa especial. Un buen jugador es difícil que juegue con cualquiera, menos si no conoce como juega y mucho menos, si sabe que es novato. ‘Bueno... yo es que tengo compañero en el pueblo, jugamos todos los años juntos y ya me he comprometido con él, que si no encantado, ya sabes...’ – me respondió con toda diplomacia, ‘¡pero vente con tu cuñado que también le gusta jugar, hombre!’.
El caso es que fui. Convencí a mi joven cuñado, le eché morro y fui. El campeonato se celebraba en el polideportivo del pueblo, auspiciado por el dueño del bar, como suele suceder en las fiestas locales. Habría una veintena de parejas, entre las locales y las que venían de los pueblos vecinos. En el momento de apuntarnos, se acerca mi cuñado y me dice que teníamos que elegir un nombre para la pareja. La costumbre era esa. En el cuadro del torneo no aparecía García y Pérez contra Ramírez y López. Allí era: “Invencibles” contra “Galácticos” (sí, eso de galácticos ya lo usaban los musolaris antes que los periodistas del fútbol se lo apropiaran). Pues estaban entonces “Robapiedras”, “Terminator”, “Farrucos”, “Helguera”, “Pocapicha”, en fin, los nombres más variopintos que os podáis imaginar.
‘¿Y qué nombre nos ponemos?’ – pregunta mi cuñado. A mi me temblaban las piernas de los nervios, así que mis neuronas no estaban como para pensar un nombre apropiado en ese momento. ‘¿Tu de qué signo eres?’ – se me ocurre. ‘De Libra’ – me responde. ¡Pues ya está, nos llamaremos como tu signo del zodíaco: “Libra” – asunto zanjado. Había mucho barullo, gente que entraba y salía, niños corriendo y chillando, no nos conocía nadie y el compañero de trabajo que me había invitado al final no vino al torneo, le surgió un tema familiar y tuvo que volver a la ciudad.
Una vez efectuado el sorteo, llega la primera ronda. En la pizarra ponen, con tiza color rojo: Farrucos – Libra. Hora y pico mi cuñado y yo, en la barra, esperando que se siente alguien en la mesa donde había un papel que ponía “Farrucos – Libra”, para no ser los primeros en sentarnos, que nos daba vergüenza. Allí no se sentó nadie, cayeron unas cuantas cervezas y medio paquete de tabaco mientras esperábamos. Cuando vimos que los que iban acabando entregaban un papel en la mesa de control, cogimos el que había en la mesa con nuestro nombre y lo entregamos poniendo que habíamos ganado 4-0, por supuesto.
En la segunda ronda: Invencibles – Libra. Se repite la situación, desde la barra controlando visualmente la mesa donde estaba depositado el papel con nuestro nombre. Estos eran del pueblo, porque mientras echábamos otras cervezas unos parroquianos comentaban lo contento que estaban el Paco y el Tuerto (los Invencibles) porque les había tocado librar en segunda ronda. Ahí me di cuenta que el nombre que había elegido para la pareja llamaba a la confusión. ¿Qué hacemos?, le pregunto a mi cuñado. ¡Dichosa y atrevida juventud! El niñato me dice que ‘a callar’. que si ganábamos la siguiente nos metíamos en cuartos de final.. Y yo, que se me debió haber desconectado la única neurona que me funcionaba, asentí. A esas horas ya llevaba 36 botellines en el cuerpo, con 4 más me salía. Era inimputable, lo sabía. No se me podía acusar de delito alguno en aquel estado.
Nos tocaba contra “Terminator”, que al parecer habían ganado las dos últimas ediciones del torneo. Ya sabían quiénes éramos. ¡Hombre, quedábamos 8 parejas! Se ocuparon de averiguarlo porque no les sonábamos para nada. Además, corría el rumor de que las dos parejas que “eliminamos” habían reclamado a la organización, pero que ésta no podía hacer nada, porque en definitiva, no se habían presentado y ... ¡a cascarla! El rumor dejó de serlo para mí cuando vi al Tuerto y al Paco de “Invencibles”, de pie con los brazos cruzados frente a nuestra mesa, clavándonos una mirada penetrante de esas que te hielan la sangre.
Empezamos a jugar. Medio pueblo nos rodeaba, de pie mirando la partida. Tenía un pedo para ganar un “Oscar” (menos mal que mi cuñado no bebía). No veía ni las cartas. Hacía un calor sofocante. Sudaba como un pollo. Y me reía. Me entró la risa floja y no podía contenerla. Para colmo de males ligaba que daba gusto. Nos pusimos 2-0 por delante sin darnos cuenta, porque nos entraba todo. Al barajar se me caían las cartas al suelo cada dos por tres. Jugamos cuatro manos con un rey menos, que no podía estar en lugar mejor que debajo de mi silla, hasta que un vecino gritó: ‘¡hay un rey en el suelo!. Ya no había barullo. El silencio comenzó a hacerse cada vez más pesado. Las miradas hacia nosotros se volvían cada vez más torvas.
Mi cuñado pidió permiso para ir al baño y se levantó fijándome la vista como queriendo decirme algo. Me quedé un momento solo en la mesa. Nadie hablaba. Todas las miradas se dirigían a mí. Tuve un momento de lucidez y me levanté para ir al baño yo también. Me abrieron paso en cámara lenta, tropecé con un par de espectadores y enfilé hacia el baño, asiéndome de cuanta silla encontraba por el camino. En la puerta del baño me esperaba mi compañero que ni me dejó entrar. Me cogió por el cuello de la camisa y me arrastró a la calle por una puerta trasera que solo Dios podía haber puesto allí.
Una vez fuera nos detuvimos, nos miramos, ni nos hablamos, buscamos orientarnos hacia dónde podría estar el coche y bajamos el récord mundial de los 400 metros en 4 décimas, como mínimo. Dormí la mona durante la vuelta mientras mi cuñado conducía. Al llegar a casa me pregunta mi mujer qué tal nos había ido. ¡Mal!, le dije lacónicamente.
¡Ya lo sabía!, me responde. ¿Cómo que lo sabías?...
¡Si, lo pone en tu horóscopo!: "Virgo y Libra están alineados y la conjunción entre ambos es negativa. Hoy no participe en juegos de azar".
¡Y como tú eres Virgo, sabía que no te iría bien!

JUGANDO AL MUS: "La seña de chica"

04 diciembre 2005

La seña de dos ases hay que pasarla al compañero cuando llevamos ley y queremos que él envide a chica para ver si podemos ganarnos unos tanto. Por ejemplo 114.

Así el compañero, si tiene seña de dos ases sabe que puede envidar sin miedo las que considere oportunas (3, 5 o más), según convenga a su jugada y al desarrollo de la partida, porque está tranquilo que hay ley y no corre riesgo de restar piedras a las que él piensa ganarse.

Lo que NO se debe hacer es pasar seña de dos ases con una sota por ejemplo, o cualquier combinación que no sea ley, porque confundimos al compañero y si nos pillan, quedamos vendidos a pares y a punto. También podemos necesitar esos dos pitos para robar los pares en caso de que el compañero no lleve.

Esos ases mal acompañados son para jugarlos en paso y como mucho, ver un envite según esté el tanteo.

Si se quiere usar la chica envidando para averiguar algo a pares o para ocultar una jugada posterior, lo debe hacer uno mismo. En esos envites que suelen hacerse sabiendo que se pierde un tanto si te ven para luego sacar un mayor rédito en otro lance, no se debe involucrar al compañero pasándole la seña de dos pitos.

¿Qué es la vida sino mus?

30 noviembre 2005

Hurgando en la red encontré una perla. Un artículo precioso sobre el mus que me llevó a pedirle autorización a su autor para ponerlo aquí y que lo disfrutéis como lo hice yo. Jordi Briñol tiene una exquisita página web dedicada al mus que os invito a visitar. Lidera un grupo de musolaris que se mueven en el ámbito de Cataluña, tienen su propio club y... ¡hasta se atreven a dar clases!.
Esto escribió Jordi, Conunpar...

¿Que es la vida sino mus?

¡¡¡Órdago a la grande, a la chica, y si tenéis, a los pares!!!
Con esta lapidaria frase, el muslari que se siente prácticamente perdido ante la escasez de puntos (amarrakos) que le faltan a sus contrarios para vencer, en clara y distante ventaja respecto de los propios, se lo juega todo. Es el final, el último suspiro agónico, el todo o la nada, ese "si muero ya me había hecho a la idea, pero como gane...", el dilema Shakesperiano del “Ser o no Ser”, un último alarde de coraje, entre el desespero y la esperanza.
¿Quién en la vida, alguna vez, no ha tenido que echar un órdago?, siendo los contrarios la misma vida o, en todo caso, aquel sujeto o circunstancia cuya decisión o desenlace nos atormenta y significa, en esos momentos, lo único importante de nuestra existencia, el todo, la supervivencia.
Probablemente todos alguna vez hemos tenido que echar ese órdago, y el que no lo haya hecho que no desespere, a buen seguro la vida le tiene preparada alguna maléfica "mano" en la que deberá "echarlas todas".
El mus, “juego de envite de origen vascongado jugado, habitualmente, entre cuatro participantes y con baraja de 40 naipes”, según la Real Real Academia Española, es un reflejo de la vida misma, la plasmación de nuestro carácter, del verdadero yo que todos llevamos dentro e incluso, a veces, desconocemos, “el hombre es hombre cuando juega”. Durante el juego salen a flote nuestras ilusiones, frustraciones, los instintos más primitivos, manías y supersticiones. La verdadera personalidad, esa que a veces ni uno mismo quiere admitir, se sienta a la mesa sin filtros ni corsés que puedan disimularla. Los cuatro lances (grande, chica, pares y juego) dan para mucho. Si te haces fuerte a la grande deberás “tocar” los pares, pero si esos reyes no llegan... tranquilo, siempre quedará “la chica”, o “el juego”, o “el punto” si crees en la sentencia: “jugador de chica perdedor de mus”.
Pero lo mejor del mus, la verdadera escuela de la vida, es cuando tras “envidarte diez” el contrario, tu le “echas doce más” (o quince, o “los dientes del choto”, que son dieciocho), sabiendo que tus cartas, una vez sobre la mesa, no ganarían ni en esa tómbola ferial, aquella en la que “siempre toca, si no un pito una pelota”. Llevas “perete”, pero tal y como van las cosas habrá que “remar”... y puede que mucho.
Si los contrarios se miran, dudan, te creen “cargado”, se interrogan un “¿cuantos me quitas?” y al final responden “son muchas para mí”, esa sensación no la suple ni la mejor de las satisfacciones imaginables, eso si que es droga y no la mierda que algunos se meten... les has “robado”, tenían mejor jugada pero se “han echado para atrás”, y ese mérito es solo tuyo, y de tu compañero claro, sin cartas, sin jugada, solo con tu coraje, o tu inconsciencia, en definitiva... con dos cojones!. Ya estás ahí, “ya llueve menos”, y encima ellos están tocados, es tu turno, solo tu eres dueño de tu destino.
La vida constantemente nos somete a decisiones en las que tenemos que “echar más piedras” de las que podríamos ganar en pura lógica y de acuerdo con las cartas que nos ha tocado jugar en este estadio de nuestras almas.
El jefe no está dispuesto a subirte el sueldo; el responsable de tu selección no lo tiene claro entre tanto candidato; la casera parece firme en no bajarte el alquiler; el vecino no piensa bajar la música; el urbano te ha pillado al pasar en rojo; el director del banco te dice que no puede mejorarte las condiciones de la hipoteca, ...
Tantas y tantas situaciones nos plantea la vida en las que, con la objetividad en la mano, no tenemos más argumentos que una clara resignación, un “a tragar”, “que sea lo que Dios quiera”, que escapan a nuestro control. Y es en tales situaciones cuando aparece el muslari, aún sin saber que lo es, aún sin haber jugado jamás al mus: “si no me aumenta tendré que valorar otras ofertas más rentables”, “le ruego me avisen pronto porque tengo varias entrevistas”, “si no se adapta a mis posibilidades me buscaré otro piso”, “como no bajes la música te pegaré cuatro ostias”, “agente, le juro que estaba en ambar, además voy a ver a mi primo, el alcalde, que me espera en el ayuntamiento”, “Sr. director, prepáreme la documentación para cancelar la hipoteca”,...
Ninguno de esos argumentos es cierto ni pensamos llevarlo a cabo, ¿como le voy a dar de ostias al vecino si me saca medio metro?, ¿dónde voy a trabajar con mis antecedentes laborales y, aún más, penales?, ¿en que otro banco van a aceptar a un miserable como yo con una nómina tan pírrica y contrato de seis meses?. Es igual, en esos momentos no se piensa en el futuro ni en el pasado, solo el presente existe, y el resto de nuestra vida dependerá de la cara de seguridad con la que echemos ese órdago...
Esa mirada fría, ese rostro inexpresivo y ese tono de voz fuerte, seguro, aunque interiormente vacilante. Seguidamente la pausa eterna, aquellos segundos que parecen minutos, horas, días completos, y al final... un resignado “de acuerdo, Ud. gana”. ¡Hemos triunfado!, los naipes que nos repartió la vida eran pésimos, no había otra opción a parte del “resignarse o morir”, pero nuestro adversario no lo sabía, se lo tragó, no tuvo el valor necesario para querer el órdago y comprobar nuestra jugada, al fin y al cabo sus cartas no eran tan buenas.
Pero... ¿y si lo pierdes?, ¿y si el tipo quiere el órdago y llevaba “ley”?. El mundo se te cae encima, jamás una frase pudo ser tan gráfica en este caso como aquella de “tierra trágame”, te conviertes en el increíble hombre menguante, quisieras no estar ahí, de hecho quisieras no haber nacido, maldices tu suerte y “tus cojones”, recuerdas esa frase adivinatoria de tu madre: “no te metas donde no te llaman”, tienes ganas de llorar aunque tu orgullo, y sobretodo el espasmo muscular múltiple, y por ende de tus lagrimales, te lo impiden... ¡¡¡a la mierda!!!, como diría Fernando Fernán Gómez.
Estas acabado, por fin sabes que se siente cuando se esta muerto, muerdes el polvo y conoces su sabor, se hace el silencio, el mundo, a tu alrededor, avanza a cámara lenta y la vida entera pasa por tu mente en diapositivas. Todas estas sensaciones son realidad cuando pierdes ese órdago de farol que acabaste de echar en “la partida buena”, todo por haber escogido un mal momento o no mostrar suficiente seguridad. Solo el tiempo, los naipes, las siguientes manos, si el desconcierto y tu estado de shock te permiten aguantar, quizás te den un suspiro, una revancha.
Es entonces, cuando medio noqueado, el Dios del mus agradece tu fidelidad, te entra “un cañón”, “cuatro barbas de primeras dadas” y encima ves de reojo un seña perdida de “duplex”. No quieres el envite a grande, aceptas 3 a chica, para despistar, a los pares metes 5, te revocan con un órdago... ¡si!, ¡te lo han echado ellos pensando que llevas “pitos”! y, de pronto, la tormenta se desvanece, de nuevo sale el sol, el cielo se abre sobre de ti, renace el ave fénix, no existe el mundo, ni la familia, ni el trabajo, ni la enfermedad, tu corazón vuelve a palpitar de nuevo... y mucho, sonríes, miras a tu compañero y lanzando tus cuatro cartas sobre la mesa sentencias con ojos de venganza... ¡quiero!, mientras tus hormonas confundidas se estimulan con el deleite que te produce observar la expresión del tipo cuyas cejas le delataron al pasar la seña.
Has ganado la batalla, pero la guerra continúa, “carpe diem”, disfruta el momento, memoriza todos y cada uno de esos instantes de gloria y, sobretodo, nunca caigas en el craso error de creerte superior, aunque lo simules, no le des al adversario motivos que recordarte cuando el viento cambie. Es el ciclo vital, naces y mueres, para volver a nacer. La clave está en que mientras vivas lo hagas dignamente, sin faltar a tus semejantes, y si es tiempo de morir, lo hagas con la cabeza bien alta... o al menos así lo crean tus verdugos. Vive estudiando tus posibilidades y escoge el mejor momento para echar el órdago a la vida, y si a pesar de ello dudas... ¡que no se te note!.

JORDI BRIÑOL

Las indecisiones

29 noviembre 2005

Dicen los que saben que la primera intención es la que vale. Cuando tienes la decisión en primera instancia de hacer una cosa, luego lo piensas, lo dudas, buscas otra opción que pueda ser más favorable y al final no sabes si hacer lo primero o lo segundo, pues ahí es cuando vas y te equivocas.
Hoy por la mañana sin ir más lejos, llegué a un sitio al que suelo ir con frecuencia y donde se aparca de pena. Un polígono industrial muy transitado y poblado de oficinas. Dejé el coche mal aparcado porque la mayoría lo está y porque el trámite no me iba a llevar mucho tiempo. Arriesgando un poco, pero no tanto como para llegar a preocuparme, como en esas partidas en que con tres golpes de suerte te pones 31 a 2 y empiezas a querer dos a grande con R7, tres a pares con dos cincos, cuatro a juego con 36, total tienes ventaja y queda poco para acabar.
La cuestión es que el trámite se estaba alargado más de la cuenta y tuve la intuición de bajar a mover el coche para aparcarlo bien y quedarme tranquilo. Luego pensé que si había esperado hasta ese momento, que más daba un ratito más. Pero inmediatamente me dije: “la primera intención es la que vale”, y bajé. El coche seguía en su sitio y en la calle un follón de tráfico y atascos que se me quitaron las ganas de moverlo. O sea, que opté por la segunda opción, dejarlo un rato más mal aparcado, total quedaba poco.
Como en la partida, que de 31-2 ya estaba en 33-15. Y pensé ver el órdago a pares con dos reyes de mano, pero lo dejé porque eran segundas dadas y aún había tiempo. Tampoco vi el órdago a chica con 115C, que me gustaba pero la cuarta carta me subía mucho. El juego con 31 de postre estaba cantado que lo ganaba, dudé porque lo habían cortado ellos y dejé que se lo apuntaran.
Ya sabéis como suele acabar esto la mayoría de las veces: ¡acabas viendo mal y obligado, pierdes la partida y la grúa te lleva el coche!

La igualdad en el mus

22 noviembre 2005

Cuando vamos a jugar una partida de mus, ¿partimos de una situación de igualdad?
Podríamos decir que originariamente la situación es de igualdad en cuanto a que seremos dos contra dos y recibiremos las mismas cantidades de cartas. Tendremos las mismas oportunidades de ser mano y las mismas libertades de decidir tal o cual cosa.
Pero cuando nos enfrentamos a dos monstruos del mus, esos que llevan un cartel en la frente que pone: “Soy muy bueno, no tienes nada que hacer contra mi”, la situación originaria es de desigualdad. El respeto que imponen estos individuos hace que las opciones de ganar sean mínimas, aún cuando el milagroso azar nos favorezca tres veces más que a ellos.
Estas desigualdades dadas no son siempre producto de una mayor inteligencia o experiencia, sino de cualidades dialécticas y analíticas. Saben qué decir, cuándo y cómo decirlo para que nos lo creamos o no, siempre logran confundirnos y llevarnos a hacer lo que quieren que hagamos. Y analizan hasta los más mínimos detalles cuando eres tu el que habla; cómo miras ahora y cómo has mirado antes, que tono de voz usas en una o en otra ocasión, si pasas hasta el postre o tomas tu la iniciativa, si bajas la vista o la mantienes, si respiras de una forma u otra.
El jugador de mus, por lo general, se considera un habilidoso en el arte de engañar y acertar, pero toda esa habilidad que luces contra tus amigos y contrarios habituales del bar, del club o de la peña, se queda en mera impotencia ante estos jugadores que mayormente son serios, no suelen hacer bromas ni reírse mucho. Ni lamentarse por las pérdidas o alegrarse por las ganancias. Son inmutables, tienen la seguridad y serenidad del que sabe que al final se llevará el gato al agua.
No te miran compulsivamente. Te dejan pasar señas y te las pillan, pero tu a ellos nunca. Su forma de ser y estar te va anulando poco a poco. Todo lo que hagas o digas te sonará ridículo. Se notará que mientes, lo sabrá hasta el camarero que está en la barra. Si quieres cuando echan, perderás. Jamás les pillarás en un cruce con buenas cartas. Siempre saben retirarse a tiempo.
Tienen una actitud metodológica. Demuestran ser depositarios de facultades superiores (intuición, fe, adivinación). Saben qué hacer en todo momento y si tienen un desacierto, siempre estará justificado. Si la suerte les es adversa, tratan de borrar esa diferencia forzando el error del contrario.Por eso... ¿somos todos iguales ante la ley del mus?. No, algunos parten con ventaja.
Son los mejores.

¿Y los jóvenes, dónde están?

16 noviembre 2005

Tito me envió este correo, que copio y pego aquí. Como no me aclaraste si era un comentario o un tema, elijo por ti y lo pongo como esto último, por si alguien
quiere hacer comentarios. Permiso Tito, te voy a quitar mano...

Tengo 58 años y he trabajado en oficinas casi toda mi vida. Deseo jubilarme para poder disfrutar de mis nietos y de mi tiempo libre. Me gusta el mus como a vosotros y siempre que puedo lo juego en el bar del barrio o en el bar del pueblo los fines de semana que voy. También me invita un amigo cada tanto para que lo acompañe a una peña que él frecuenta y donde se reúnen todos los sábados y domingos entre 20 y 30 parejas. Y ya que invitas a hablar del mus te hago esta pregunta: ¿los sitios que vosotros frecuentáis están llenos de viejos como yo? Yo donde voy, sea en el pueblo o en la ciudad, los que juegan al mus son todos mayores de edad. Es raro ver algún joven por ahí mezclado con los mayores jugando.
Un saludo.

4 millones...

25 septiembre 2005

Hay más de cuatro millones de usuarios de banda ancha en España. ¡Se dice pronto, eh!
¿Cuántos de estos usuarios juegan al mus? El diez por ciento son más de cuatrocientos mil. ¡Pero voy a ser más pesimista!. El uno por ciento son más de cuarenta mil usuarios que juegan al mus.
Ahora bien, cuántos de ellos podrían jugar por internet, descontando que si tienen ordenador y banda ancha, conocen lo básico para entrar en un programa y hacer clic con un ratón.
Cuarenta mil personas saben jugar al mus y tienen los medios y el conocimiento para hacerlo por internet con otras personas. ¿El cincuenta por ciento de ellos estaría dispuesto a superar las barreras del prejuicio para jugar de esta manera? ¡Parece mucho!
Veinte mil personas es casi un estadio de fútbol lleno. Voy a seguir siendo pesimista: ¡solo el veinticinco por ciento estaría dispuesto a hacerlo! Más de diez mil personas.
Parece que no somos tantos, ¿verdad?. ¡Pero lo seremos! No puedo seguir siendo más pesimista. No me salen las cuentas. ¡Ya me contaréis cuando veáis los primeros torneos de mus ‘on line’ de la FEM ! Sacarse el carné de federado por internet ya es una realidad. De ahí a jugar torneos como federado solo falta un empujoncito.
Seré muy iluso, pero veo a mi hijo pequeño aprendiendo a jugar al mus por internet en la clase de informática del colegio.

Fan (II)


Continuamos jugando al mus con Fan hasta que lo destinaron a la sucursal de la empresa en Pekín. Sacó la licenciatura en empresariales con mucho esfuerzo y no menos mérito, porque vino sin saber decir ‘hola’ en español. Ya hace tres años de esto, pero por suerte viene a España una vez cada semestre por motivos de trabajo, así que no dejamos escapar la oportunidad para echar unas partidas. Es una pena que la diferencia horaria no nos permita poder jugar por internet, él en China y yo aquí.
La anécdota más entrañable que tuve con Fan y el mus fue el nacimiento de mi hija Lucía. Mi esposa había salido de cuentas pero se encontraba bien esa noche. Estábamos en casa con ella, otro amigo y Fan jugando una partida después de cenar. La cosa se alargó hasta casi las tres de la mañana, todos pendientes de la embarazada que entre contracción y contracción soltaba sus envites tranquilizándonos de que todo estaba controlado. Hasta que Lucía echó su órdago indicándonos que nos diésemos prisa, que estaba preparada para venir al mundo.
Salimos pitando hacia el hospital maternal y comprobamos que el órdago de Lucía no era un farol. A la hora de llegar estaba dando sus primeros berridos. Fan se quedó en casa cuidando de nuestra otra hija, que con seis años era ajena a todo lo que pasaba y dormía plácidamente en su habitación. A las ocho de la mañana llamé por teléfono a una amiga para que fuese a casa, atendiese a mi hija cuando despertara y relevase a Fan: “Hola Laura, estoy en el hospital porque ha nacido Lucía. Ella y su madre están perfectamente. ¿Podrías ir a casa a cuidar de Marta?... ¡Ah, te abrirá la puerta un chino!... no creas que te has equivocado de piso, luego te lo explico”.

Fan (I)

24 septiembre 2005


Hablando de chinos, les presento a Yang Fan.
Fan es el mejor amigo que tengo en China y el chino que mejor juega al mus en todo el mundo. Vino a España a trabajar y a estudiar empresariales becado por la empresa donde yo también trabajo. Nos hicimos muy amigos.
Por esa época a mediodía en el trabajo teníamos dos horas para comer, pero los que nos quedábamos en el comedor de la empresa comíamos en quince minutos y aprovechábamos el resto del tiempo para echar una partidita de mus. Él acercaba su silla y miraba cómo jugábamos, sin entender nada pero divirtiéndose con las bromas y los piques que acontecían en nuestras partidas.
Un día mientras tomábamos un café me preguntó en qué consistía el juego. Prestó mucha atención mientras le expliqué los lances básicos. Debo aclarar que a esa altura ya hablaba y escribía bastante bien el español. Hizo pocas preguntas a mi ilustración verbal (no tenía a mano un mazo de naipes en ese momento) y asentía con gestos afirmativos dando a entender que comprendía lo que le explicaba. Hasta que un día nos faltaba uno y lo sentamos a jugar con nosotros. Fue impresionante la rapidez con que cogió la dinámica del mus y la facilidad que demostró en aprender lo otro, lo más difícil, el cuándo mentir y cuándo no, cómo esconder una jugada, cómo jugar sus cartas al principio de una partida y al final, la importancia de ser mano, la correcta utilización del órdago y todo eso que hace que alguien sepa jugar y no solo tener las cartas. Su máxima era: “Si ganas glande, gana todo”. El lenguaje nos jugaba malas pasadas a veces. Recuerdo una vez que los contrarios echaron un órdago a grande: “¿qué tienes, Fan?”, y me contesta: “tengo ley”. Yo llevaba dos reyes, un cinco y un as, con lo cual no tardé ni dos segundos en decir quiero. Fan me miraba con gesto incomprensible cuando comprobó que perdíamos un juego que íbamos dominando ampliamente, contra dos reyes y un siete que llevaba el postre. “¿Me dijiste que tenías ley, Fan?”, le increpé. “Si. Ley, cuatlo, pito, pito”, señalando enfáticamente una a una sus cartas con el dedo índice.

Y en China?

22 septiembre 2005


Aunque pensándolo bien, para qué vamos a ir tan lejos si el negocio está aquí, al alcance de la mano. Y además, sin tener que cambiar el idioma a nuestro mus.
El Instituto Cervantes nos dice que el español crece aún en países alejados de su influencia cultural.
Corea, Senegal, Guinea Ecuatorial, Sudáfrica, Namibia entre otros, ya hablan español, unos más otros menos. Con que chapurreen un poco ya es suficiente para jugar al mus.
¡Cuando los chinos empiecen a hablar español, el mercado no tendrá límites!

De la Luna al cielo

21 septiembre 2005


Cuatro astronautas serán enviados a la Luna en 2018 en una misión que se prolongará una semana, anunció ayer la NASA.
Cuando leo esto no puedo evitar pensar en esos cuatro tíos, encerrados durante siete días. Si supieran jugar al mus lo pasarían bomba. Le estoy dando vueltas al tema de la entrada anterior: el mus y los negocios. No estaría mal montar una escuela de mus para astronautas y venderles la idea a la Nasa. Porque... ¿a qué van a jugar para matar el tiempo? ¡Al póker no pueden! Esos viajan sin pasta. ¿Y qué otro juego hay que sea más bonito que el mus y se pueda jugar sin dinero de por medio?
Seguro que mandan un paisano de cada pueblo. Un ruso, un japonés, un esquimal y un yanki, por supuesto. Va a ser complicado enseñarles pero se les cobrará más caro también. Si lográramos infiltrar a un español, como Pedro Duque, lo tendríamos más fácil. Además, el programa "permitirá establecer una presencia permanente en la Luna" para preparar astronautas para misiones a destinos más lejanos, como por ejemplo Marte, agrega el artículo.
Negocio redondo. Exportamos el mus a la Luna, y de allí al resto de la galaxia.
A bote pronto, me vienen a la cabeza algunos candidatos ideales. Hay uno en Tudela, otro que vive entre Madrid y Denia, y sin ir más lejos, en Toledo hay un par de ellos que vendrían de perlas para esta misión. ¿Qué no saben mucho de mus? Bueno... Es en 2018, falta un rato, además... ¡allí quien lo va a notar!

El mus y la empresa

20 septiembre 2005


Muchas situaciones de nuestra vida cotidiana se ven reflejadas en una partida de mus. Mi cuñado Rafael, que es un enamorado de este juego (y de su mujer, de sus hijos, de Lobo y de Pichu también), ha leído el libro ‘El Mus y las funciones directivas’, de Juan Luis Urcola y Pablo Carreño - Esic Editorial - y me ha enviado un extracto del mismo por correo que me gustó mucho, por eso lo pongo aquí.

“La pareja de mus se identifica con una empresa cooperativa formada por dos socios con idéntico nivel jerárquico y un objetivo común, ganar. Prever los movimientos del rival, organizar los medios, coordinar, decidir –a veces la negociación culmina en un órdago, la situación límite– y controlar es lo que distingue a los buenos de los malos, 'la calidad de los resultados depende de la manera de desarrollar esta estrategia (...) que se conoce en el sesudo mundo de la empresa como proceso de dirección integral'.


El Mus, escuela de vida


En el Mus se encuentra de todo: emoción, sensación de riesgo, alegrías y tristezas. La soledad del directivo también tiene su paralelo en el Mus.

El Mus es un juego rápido, audaz, astuto y, sobre todo, de caballeros, que la astucia sin malicia es caballerosidad. Es escuela de educación y de hombría de bien, donde la palabra vale más que una firma y los errores se pagan sin lamentaciones.

Se hacen amigos, se conoce a las personas, se comparten gratos momentos y ... se disfruta de sanas digestiones. El Mus, por ser un juego, entra sin sentir en cualquier alma sensible.

Las funciones directivas del Mus

Se juega en pareja (función cooperativa); conocer al compañero y al rival - la competencia - es "media victoria" (función prever); la fanfarronería ("somos los mejores") y la imagen es parte de la publicidad, pero cuidado con la propaganda engañosa.

Nadie gana ni pierde solo al Mus, como tampoco engrandece o arruina una empresa él solito (se debe coordinar y cooperar).

Y a la hora de decidir (va un ¡órdago!): información + riesgo + intuición (función decisión).

Todo jugador de Mus debe tener las condiciones y aptitudes de un negociador nato (controlar).

Y se pierda o gane, atentos a las lecciones aprendidas (analizar).

La eficacia en el juego es más un resultado del equilibrio entre las distintas tareas que de la perfección con que se realiza una cualquiera de ellas.

... Y aunque vaya "ciego" (no tiene ni pares) o tenga "perete" (cuatro, cinco, seis y siete) no está todo perdido; no desespere, aún puede llevarse algo".

Señas ¿sí o no?

16 septiembre 2005

Pero como todo en esta vida es relativo y depende del cristal a través del cual se mira, a veces lo que parece una desventaja se convierte en ventaja.
Por ejemplo, lo de las señas:

Si juegas en mesa con un compañero que sabe pasarlas, fenómeno. Pero si te toca uno que uno de esos que tienes que adivinar si lleva dos pitos, tres pitos o duples...

...pues, ¡no sé qué decirte! Casi mejor no verle la cara, como cuando juegas on line.

O aquellos a los que les preguntas: ¿cuántas meto, compañero?... y no sabes si son 3 o 30.
En el chat del mus por internet no tienes ese problema, salvo error tipográfico o esas cosas raras que suele hacer el teclado.

Mus On Line

15 septiembre 2005

Después del minúsculo homenaje que he intentado rendirle al juego del mus en la primera entrada, al encanto peculiar que posee y que cautiva a tanta gente, haciendo un ‘mea culpa’ por no haber sabido apreciar sus bondades desde un principio, quisiera romper una lanza por lo que creo será el futuro de este juego: el mus por internet.

Yo el primero, después de aprender a jugar más o menos y llegar a disputar un sin número de partidas en mesa y tapete, habiendo disfrutado de las alegrías y penado con los sinsabores que reparte este juego a todos por igual, reconozco que me negué rotundamente a jugar al mus por internet cuando me lo propusieron por primera vez.

No entraba en mi cabeza la idea de que con un monitor y un teclado se pudiese jugar con otras personas, como si estuviese en la mesa de un bar. Pero mus es mus y me picó la curiosidad. Y probé.

Al día de hoy, los enamorados del mus todavía decimos que donde haya una partida en mesa que se quite internet. Lo cual no resta mérito a los programas informáticos que se han desarrollado para jugar ‘on line’, algunos muy conseguidos (mi preferido y recomendado es www.amarraco.com) hasta el punto de poder afirmar, con conocimiento de causa, que se disputan partidas reales como las clásicas en vivo y en directo.

Salvando el hecho de que no pueden pasarse señas ni ver la cara, los gestos, la mirada de contrarios y compañeros (dos aspectos fundamentales de este juego, dirán muchos y con razón), lo demás está prácticamente solventado. Los dos aspectos de los que carece el mus por internet, a bote pronto y para alguien que nunca ha jugado de este modo, hacen que lo desechen en primera instancia los jugadores clásicos, principalmente aquellos que no están familiarizados con los ordenadores y el mundo de internet. Pero todo llegará, al ritmo que avanza la tecnología llegará la perfección al mus por internet. No se cómo, pero llegará. Por eso rompo una lanza por esta forma de jugar al mus, de mantenerlo en vigencia y de extenderlo a más gente y de manera más rápida.

El mus en mesa no desaparecerá y el mus en internet ayudará mucho a ello. Haciendo que juegue más gente desde un extremo a otro de España y del mundo. Haciendo que jueguen más los jóvenes y las mujeres. Ampliando el ámbito de desarrollo de este juego y manteniendo las virtudes que lo hacen el preferido de la mayoría.

La primera vez...

09 septiembre 2005


La primera vez que vi a cuatro personas jugando al mus me llamó la atención, pero por un motivo diametralmente opuesto al que por hoy me atrae tanto este juego de naipes.

Estaba en un bar de un pueblo de Ávila, bebiendo una cerveza y haciendo tiempo para ver un amigo. Los parroquianos jugaban al mus. Varias veces me habían invitado a echar una partida pero tuve que rechazar la invitación. No sabía jugar y tampoco me había interesado por aprender. Aquel día me acerqué a una mesa por curiosidad, no tenía ni idea de qué iba aquello. Me quedé de pie, a una distancia prudente para no molestar.

No era capaz de entender ese juego, cuatro personas a las que se les daba cuatro cartas a cada una. Si algun jugador lo pedía y el resto estaba de acuerdo, podían cambiar las que quisieran por otras. También podía suceder que uno de ellos no quisiese renovar sus cartas por otras, entonces todos se quedaban con las que tenían en ese momento.

¡Y luego, no hacían nada con ellas!

Comenzaban a hablar, con frases cortas: “paso”, “envido”, “llevo esto o lo otro”, “quiero”, “no veo”, y así hasta que las ponían sobre la mesa boca arriba y se apuntaban unos tantos. Luego barajaban y comenzaban otra vez el ritual hasta que una de las dos parejas llegaba primero a cuarenta. ¡Esos eran los ganadores!

No había bazas, no se cogían cartas del mazo, nadie jugaba un naipe sobre la mesa. Se miraban entre contrarios con recelo. Un compañero buscaba al otro con la mirada, como queriendo transmitirle algo. A veces ni hablaban, con un gesto de la mano o de la cabeza indicaban al resto algo que solo ellos entendían.

Siempre me han gustado los juegos de cartas como medio de distracción y para pasar ratos agradables, pero qué difícil veía que el mus llegase a gustarme tanto como me gusta hoy, al punto de no interesarme ningún otro juego tanto como este.