Mus benéfico

13 diciembre 2005

Al acercarse estas fechas navideñas recuerdo el torneo de mus benéfico al que asistí el año pasado, por estos días de diciembre, más o menos.
Tengo una amiga, mujer elegante, culta y de ideas claras, que participa activamente en una organización filantrópica. Organiza todo tipo de eventos para recaudar fondos y atender necesidades de colectivos desfavorecidos: obras de teatro, cenas de caridad, funciones de beneficencia al estilo de esas que presiden las esposas de los ministros y secretarios de estado.
El año pasado por estas fechas, se embarcó en organizar un torneo de mus en los salones de un famoso hotel de cinco estrellas. Buscó empresas patrocinadoras de envergadura, multinacionales de esas que cotizan en bolsa y se anuncian por televisión. Cursó invitación para participar a empresarios, médicos, abogados, ingenieros, todos de renombre, periodistas famosos, algún ex alcalde, los suegros de un ex político, artistas consagrados, en fin, gente rica, aristocracia de ayer con apellidos de abolengo y aristocracia de hoy con cuentas corrientes rebosantes.
Me enteré del torneo por un correo suyo: “¡Tienes que venir, no me puedes fallar! Te he puesto en el programa. Pásate por la web de la Fundación y te enteras de todo, día, hora, etc. Disculpa que no te llame ni te dé más detalles, pero estoy fatal de tiempo. Mañana viajo a Togo, de allí a Laos, paso medio día en Polonia y vuelo a Sudamérica. Estaré de vuelta el día del torneo. ¡Suerte y gracias! ¡Que ganes!.”
Así es ella. Siempre con prisas y haciendo veinte cosas a la vez. ¡Y yo, que abro el correo dos días antes del torneo!. Me lo había puesto hacía una semana, con lo cual ahora estaría... vaya a saber en qué rincón de Sudamérica. Me voy a la web, ¡qué remedio!
Efectivamente, allí estaba el cartel del evento patrocinado por uno de los bancos más grandes de Europa, una empresa de telefonía líder, un periódico de gran tirada y un canal privado de televisión. ¡Toma ya! Pero... ¿y esto?, ¿qué pone aquí?... (corro a buscar las gafas). ¡Madre de Dios! ¡Se había pasado la tía! Anunciaba la participación del Campeón de Mus de España durante cinco años consecutivos... ¡y ponía mi nombre!
Diez pueblos se había pasado, menuda trola, ¡qué jodida! ¡Vamos, que me había puesto más o menos como el Induráin del mus!
Esto tenía que aclararlo. Llamé a su hermano. Le dije que tenía que localizarla urgentemente para hablar con ella y que si no lo hacía, no asistiría al torneo. A las tres de la mañana me llama al móvil, desde Bolivia: “Disculpa la hora, aquí son las 10 de la noche y acabo de llegar al hotel. ¡No me hagas esa faena! Tienes que estar en el torneo sí o sí. Lo de los campeonatos me lo inventé, si, pero tenía que poner algo que le diese caché, que atrajese gente, y ya sabes que a estos peces gordos les encanta jugar con alguien importante. Busqué en Internet, pero no encontré a nadie en el mus que pudiese impresionarlos. Si hubiese sido un torneo de golf o de tenis... pero en el mus, cada año gana uno distinto. Tu sabes bastante de mus y como eres mi amigo, se me ocurrió tu nombre, así que búscate un compañero que sepa como tú o más e impresiónalos. Te dejo que me esperan en recepción. Un beso. Nos vemos pasado mañana.”
¡Maldita sea! ¡Y me cuelga, así sin más! Habla a toda leche, me pilla dormido y cuelga, sin dar opción a réplica. Ya me ha ganado el primer juego.
Al día siguiente me pongo a la tarea de buscar compañero, porque con el que juego habitualmente algunos torneos no puedo presentarme en un sitio así. El Makelele (le dicen así en la peña porque le gusta darse negros) es muy buena gente, noble como el que más, pero el taco más suave que suelta pone roja a la más experimentada señorita de alterne. Y si no le entran cartas... ¡apaga y vamonos! Se caga en todo lo que se menea. ¡Cualquiera lo lleva a un sitio así!
Lo intenté llamando a tres o cuatro amigos que podían dar el perfil, pero nada, de hoy para mañana estaba complicada la cosa.
Bueno, dentro de todos los males pensé que al menos sería una experiencia grata, comería bien, conocería gente con glamour, y me ahorraría el dinerito de la inscripción que salía por un pico, 300 euros por personas, no se andaba con chiquitas mi amiga. ¡Ah, y los premios prometían! Donaciones de empresas que quitaban el sentido: ordenadores, relojes caros, electrodomésticos de última generación, y una televisión de plasma a cada uno de los ganadores, nada menos.
Me dieron las doce de la noche y seguía sin conseguir compañero. ¡No podía esperar más, tiré la toalla! Bajé al bar, con la seguridad de encontrar al Makelele echando una partida, como hacía todas las noches. No me costó convencerle, le dije que era gratis, que había buenos premios, copas, buena comida y gente que no podía ganarnos en una partida normal. El Make se apunta a un bombardeo. Eso sí, le dije, ponte camisa y corbata. Si no tienes una americana me lo dices que te dejo una, que allí va a haber gente distinguida. Y por favor ni un taco, limítate a hablar solo conmigo y en los lances de la partida, nada más. Asintió con una amplia sonrisa, dejando al descubierto el hueco producido por la falta de dos incisivos y un canino.
Al día siguiente lo recogí a la hora acordada. Se había puesto una camisa verde fosforescente con una corbata a rayas azul, lila y naranja. El pantalón era color marrón y los zapatos... bueno, el calzado, unas botas tejanas más sucias que el mono de un mecánico. No se había afeitado, el jodido. Con la chaqueta que le llevé, azul marino con botones dorados, creo que nadie notó si iba calzado. ¡Ni Hágata Ruiz de la Prada lo hubiese vestido peor!
Llegamos al hotel. Nos aparcaron el coche y entramos. Al poner un pié en la alfombra de recepción ya teníamos un empleado muy cordial tratándonos de caballeros y preguntándonos en qué podía servirnos (pensaba que nos habíamos equivocado de sitio, seguro). Le indiqué que veníamos al torneo benéfico de mus y nos preguntó nuestros nombres. Le di el mío, nos pidió que le esperásemos ahí mismo y fue a hacer una consulta. Volvió sonriendo y nos hizo una seña para que le siguiésemos. “Adelante campeón”, dijo mientras estiraba la mano para coger mi abrigo. Makelele soltó un ¡jijiji! y yo le propiné un codazo en las costillas, disimuladamente.
Nos condujo a un impresionante lobby decorado con rasgos modernos, escaleras de mármol y una fuente central que daba una atmósfera de verdadero estilo y elegancia. Todo muy chic y sofisticado. Mi amiga iba y venía haciendo presentaciones. Cuando nos vio, mejor dicho cuando vio al compañero que llevé, me saludó de lejos agitando la mano y siguió con su trajín. Makele ya tenía una cerveza en la derecha y dos canapés en la izquierda.
El torneo empezó enseguida, por suerte. La primera pareja que nos tocó fueron dos tíos perfectamente vestidos, con trajes caros y modales muy cuidados. De esos que no dicen ‘órdago’ porque les debe sonar feo, dicen ‘todas’. El Make se quedaba mirándome como preguntándome qué significaba. “Que han echado órdago a juego, compañero”, le decía yo. “Es mano, se ja dao mus y ja cantao pares, asín que veo con 31, maestro” respondía él, dejando escapar el aire por las mellas de la dentadura. ¿Qué le iba a decir, si estaba de acuerdo y ya nos conocíamos hasta en la forma de pensar? Les metimos un 3-0 en media hora. Eran muy malos. Fue como robarle la piruleta a un niño. Las otras parejas dominaban un poco más el juego, pero no eran rivales tampoco para nosotros. Nos clasificamos primeros en el grupo sin sobresaltos y pasamos a la ronda de octavos de final, donde se empezaba a jugar ya por eliminación directa.
Hicimos un descanso mientras terminaban los otros grupos y me llevé al Makelele a un sitio apartado. Mi obsesión era que no charlara con nadie y soltase uno de sus expresivos tacos. “Esto está chupao, compañero. Nos llevamos el plasma por cojones, estos no tienen ni puta idea”, me comentaba eufórico viendo el paño que nos había tocado. “¡Habla bien, Makelele, habla bien por favor!, le susurré.
Llegan los octavos y nos toca contra dos señoras mayores. Elegantísimas y más enjoyadas que Tutankamón. Esperamos más de 15 minutos que acudieran a la mesa. Saludaron y se ubicaron con una exasperante tranquilidad. Una de ellas, con un ademán muy fino, hizo que acudiera un camarero y retirase los ceniceros de la mesa sin mediar consulta alguna. Era obvio que no podíamos fumar durante la partida. Makelele se desabrochó el cuello de la camisa y se aflojó la corbata. La americana ya se la había quitado hacía un rato. El verde fosforito de la camisa no disimulaba ni un ápice las dos tremendas aureolas que causaban los sudores de sus sobacos.
Comenzaron a ligar, no mucho, pero siempre un escalón por encima de nosotros. Dos reyes sota para mí, dos reyes caballos para una de ellas. Medias de cuatros para nosotros, medias de seises para ellas. Duples gallegos, duples castellanos. No arriesgaban, no faroleaban. Eran transparentes y facilonas, pero jugaban con una lentitud y una parsimonia que nos sacaba de quicio. Se consultaban todo como si estuviesen en el salón de su casa charlando cómodamente. “Tengo dos reyes para ver los pares, Pitita”. “Si tienes dos reyes envídales 10 más, que estos caballeros tienen cara de no llevar nada, Marili”. Con jugadas así de inocentes nos iban ganando dos cero y era a cuatro juegos ganados. “¡Pedro (le llamé por el nombre de pila a mi compañero), no me mires así! Si llevan las dos pares y una de ellas declara inocentemente de postre que solo tiene dos reyes y la otra le manda envidar diez más, cómo quieres que vea con tres cuatros!". Pensé que llevaban mejores pares, pero no, iban con dos simples reyes nada más. Cuando sucedía al revés y veíamos lo que echaban confiando en lo que una de ellas declaraba, venía la otra y sacaba más. Y entre una mano y otra se contaban la vida y obra de los que se habían cruzado por el camino. “¿Has visto qué avejentado está Sebastián, Marili?. “¡Sí hija, no es para menos, con la operación que le hicieron!”. “¿Lo operaron?, ¿De qué?”... y así mano tras mano. ¡Nos estaban volviendo locos!
Tuvimos suerte en un cruce de duples de primeras dadas y acortamos diferencias, pero el 3-1 lo hicieron ellas de la misma manera, en otro cruce con suerte. Y ya íbamos por dos operaciones, tres funerales, cuatro bodas y una comunión.
Makelele estaba que no se lo podía creer. Hubiese apostado los dientes que le quedaban a que esta partida no la perdía ni ebrio ni dormido. Pero ya estaban 32 a 12 y las aureolas del sobaco le llegaban a la cintura. Se dio un negro de mano, de los que tanto le gustaban, con duples de caballos pitos, buscando el corte de ellas para rematar el juego o al menos acortar distancias. ¡Pero que va, se dieron mus! Se descartó de un as y le entró un rey. El resto fuimos a tres, menos el postre que se quedó a dos.
Lo cortó mi compañero y dejamos grande y chica en paso. A pares órdago, obviamente.
“¿Me quitas alguno, Marili?”, pregunta el postre. “¡Ninguno, Pitita!”, dice la otra.
“Bueno, yo tengo dos reyes con un cinco y un cuatro”, añade Pitita. “¡Si te gustan, ve querida”!, le contesta Marili indiferente, mientras busca con la mirada un camarero para pedir su tercer Cardhú desde que empezó la partida.
¡Por Dios! ¡Cómo vais a ver, si son segundas dadas, sois postres, mi compañero va a una, estáis a falta de ocho...! Todo eso pasaba por mi mente, pensando que Make llevaba como mínimo dos reyes, porque yo también tenía solo uno y ni pares.
El techo del hotel se le empezó a caer encima a Makelele cuando oye a Pitita insistir: “¿Entonces no te importa que vea, no Marili?”. Y se le terminó de desplomar cuando Marili, casi de pié y de espaldas agitando el brazo para que la vea el camarero, le contesta: “¡Pero ve, hija, ve. Ya sabes que si a ti te gusta, a mi también!”
“¡A la mierda! ¡Eliminados por dos viejas charlatanas!”, soltó Makelele mientras se levantaba de la mesa indignado y se iba hacia la barra sin despedirse.
Cumplimenté los saludos con aquellas agradables señoras y les felicité por su buen hacer musístico, todo con una sonrisa, pidiendo disculpas por la actitud de mi compañero. Fui a la barra, cogí al Make de un brazo y me lo llevé hacia la salida. Al recoger el abrigo se me acerca el mismo amable empleado del hotel que nos recibió. “Disculpe, la organización me ha encargado recaudar el dinero de la inscripción, son 600 euros”. ¡Menos mal que aceptaban tarjeta! La Visa estaba caliente, a punto de derretirse cuando me la devolvieron.
Esta relación de amor-odio que tengo con el mus no se ha visto alterada hasta el día de hoy. Este episodio no hizo más que acentuarla. Odio el mus cuando pierdo de esta manera. Lo odio cuando me ganan sin saber jugar. Odio que esas dos señoras se hayan quedado con la idea de que son mejores que nosotros. Odio que Pitita le diga a Marili: “¡Vaya campeones de mus! Nos los hemos pasado por la piedra (no creo que hayan dicho eso, me lo estoy imaginando).” Odio que se lo cuenten a sus amigas y que no vuelvan a jugar hasta dentro de un año, quedándose tan a gusto con la sensación de que le han ganado al Quíntuple Campeón de España.
Pero más amo el mus por todas las otras cosas buenas que me da cada día. Son demasiadas para enumerarlas aquí y esto se ha hecho muy largo ya.

¡Felices fiestas para todos!

10 PERSONAS HAN DEJADO SU COMENTARIO AQUI:

Anónimo dijo...

Esto... esa amiga tuya cómo puedo contactar con ella??
Necesito que me organice un torneo pijo de esos, para recaudar fondos pa poder ir a Alemania a ver el mundial.

Anónimo dijo...

No es feminismo, que mas de uno lo va a pensar seguro, pero no hizo bien Pitita viendo el ordago a pares?
Estaba bastante claro que Makelele echaba a la desesperada.
Además, iba 3-1 por delante, se lo podía permitir, no?

Anónimo dijo...

Una cosa es ver por intuición y otra es ver con sentido común. Si no te afecta regalar un juego puedes ver con eso y hasta con 4 4 de postre. Eso se puede hacer jugando por una cerveza, pero en un torneo no se hace. Antes que alguien me corrija te diré que no se hace ni siquiera por una cerveza, que al mus hay que jugar bien siempre, para ganar, que la honra es lo que está en juego y es lo que más vale.

Anónimo dijo...

Sospechaba que estaría en minoría, pero insisto, yo no creo que sea intuición en la situación concreta que relata el Duque. Creo que esta señora que aparentemente no sabe jugar (pero ganó!!), pensó que estando los contrarios a 8 piedras de ser eliminados, era posible que los contrarios estuviesen mintiendo a algo. En ese caso se decidió por pares, que era lo que tenía ella. ¡Y acertó!

Anónimo dijo...

Nerea , Nerea ... defensora de causas perdidas. Pensó, intuyó ..... que más dá! El sentido común es ver que estás a falta de 8 y ellos a falta de 28 y tienes tiempo de esperar una jugada más segura, que son segundas dadas y es muy fácil que alguien lleve dos reyes igual que tu y por delante de ti que es peor. Eso de que porque vas ganando arriesgas (juegas mal a mi modo de ver) no me vale. Luego te arrepientes ... si tienes muchas horas de vuelo de mus en tu haber deberías saberlo.

Anónimo dijo...

¡¡¡¡Osssstras tío, qué sablazo te metieron a la salida!!!! Eso tiene que haber dolido mil veces más que haber perdido con las damas del Rastrillo. Yo estoy contigo Nerea, a estos que van de ‘maestros’ se les pilla fácil porque siempre juegan igual. Pa mi que las señoras de copete tenían una estrategia y la cumplieron a rajatabla. Hablar, ralentizar, hacerse el distraído, sacar al contrario de la partida y esperar el momento para darle el golpe en la nuca. No todo es ligar buenas cartas y pasar bien las señas.
A falta de pocas pa salirnos es cuando hay que tener lo que hay que tener pa resolver una partida.

El Duque2una dijo...

Diestro: ¡No veas si me dolió el sablazo! Como dos meses de hipoteca, me dolió. Al día de hoy, el pobre Makelele insiste en darme su parte, aún se siente culpable.

Uruguayo: tu tienes poco que ver en el mundial de Alemania. A no ser que te vayas con Manolo el del bombo para ver cómo España esta vez se trae la copa.
¿optimista yo?

Conunpar: Si van Pitita y Marili a tus torneos arrasan, no creo que hayan aprendido mucho más, pero con lo poco que saben allí les sobra, jejeje

Aguirre: No seas tan duro con Nerea, que me parece que apunta maneras y si te la encuentras algún día en un tapete te puede dar un susto.

Anónimo dijo...

¿Alguien conoce un sitio agradable para jugar al mus en Móstoles?
Gracias.

trinidad dijo...

Marili creo que juega en Getafe y Pitita en Fuenlabrada. Makelele y Gines en El Viso. Agunos en Mora de Toledo y otros en Azuqueca de Henares. Pero jugar, lo que se dice jugar, sólo friday nights at Melgar Bar. Ahí si que se juega. Hasta las pestañas. Digo hasta las tres.
En Mostoles creo que juega Encarna, pero no se donde.
Todo esto lo digo con mucho cariño y sin acritud, que estamos en Navidad y ante el mejor articulo sobre mus que el presente siglo ha dado a luz. Creo que habia un premio por ahi en no se que club catalan....

Anónimo dijo...

¡Pero qué dicen las cotillas estas, si me operaron de una uña encarnada en el dedo gordo del pié! ¿Qué yo estoy avejentado? ¡Serán víboras!