Fan (I)

24 septiembre 2005


Hablando de chinos, les presento a Yang Fan.
Fan es el mejor amigo que tengo en China y el chino que mejor juega al mus en todo el mundo. Vino a España a trabajar y a estudiar empresariales becado por la empresa donde yo también trabajo. Nos hicimos muy amigos.
Por esa época a mediodía en el trabajo teníamos dos horas para comer, pero los que nos quedábamos en el comedor de la empresa comíamos en quince minutos y aprovechábamos el resto del tiempo para echar una partidita de mus. Él acercaba su silla y miraba cómo jugábamos, sin entender nada pero divirtiéndose con las bromas y los piques que acontecían en nuestras partidas.
Un día mientras tomábamos un café me preguntó en qué consistía el juego. Prestó mucha atención mientras le expliqué los lances básicos. Debo aclarar que a esa altura ya hablaba y escribía bastante bien el español. Hizo pocas preguntas a mi ilustración verbal (no tenía a mano un mazo de naipes en ese momento) y asentía con gestos afirmativos dando a entender que comprendía lo que le explicaba. Hasta que un día nos faltaba uno y lo sentamos a jugar con nosotros. Fue impresionante la rapidez con que cogió la dinámica del mus y la facilidad que demostró en aprender lo otro, lo más difícil, el cuándo mentir y cuándo no, cómo esconder una jugada, cómo jugar sus cartas al principio de una partida y al final, la importancia de ser mano, la correcta utilización del órdago y todo eso que hace que alguien sepa jugar y no solo tener las cartas. Su máxima era: “Si ganas glande, gana todo”. El lenguaje nos jugaba malas pasadas a veces. Recuerdo una vez que los contrarios echaron un órdago a grande: “¿qué tienes, Fan?”, y me contesta: “tengo ley”. Yo llevaba dos reyes, un cinco y un as, con lo cual no tardé ni dos segundos en decir quiero. Fan me miraba con gesto incomprensible cuando comprobó que perdíamos un juego que íbamos dominando ampliamente, contra dos reyes y un siete que llevaba el postre. “¿Me dijiste que tenías ley, Fan?”, le increpé. “Si. Ley, cuatlo, pito, pito”, señalando enfáticamente una a una sus cartas con el dedo índice.

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