Fan (II)

25 septiembre 2005


Continuamos jugando al mus con Fan hasta que lo destinaron a la sucursal de la empresa en Pekín. Sacó la licenciatura en empresariales con mucho esfuerzo y no menos mérito, porque vino sin saber decir ‘hola’ en español. Ya hace tres años de esto, pero por suerte viene a España una vez cada semestre por motivos de trabajo, así que no dejamos escapar la oportunidad para echar unas partidas. Es una pena que la diferencia horaria no nos permita poder jugar por internet, él en China y yo aquí.
La anécdota más entrañable que tuve con Fan y el mus fue el nacimiento de mi hija Lucía. Mi esposa había salido de cuentas pero se encontraba bien esa noche. Estábamos en casa con ella, otro amigo y Fan jugando una partida después de cenar. La cosa se alargó hasta casi las tres de la mañana, todos pendientes de la embarazada que entre contracción y contracción soltaba sus envites tranquilizándonos de que todo estaba controlado. Hasta que Lucía echó su órdago indicándonos que nos diésemos prisa, que estaba preparada para venir al mundo.
Salimos pitando hacia el hospital maternal y comprobamos que el órdago de Lucía no era un farol. A la hora de llegar estaba dando sus primeros berridos. Fan se quedó en casa cuidando de nuestra otra hija, que con seis años era ajena a todo lo que pasaba y dormía plácidamente en su habitación. A las ocho de la mañana llamé por teléfono a una amiga para que fuese a casa, atendiese a mi hija cuando despertara y relevase a Fan: “Hola Laura, estoy en el hospital porque ha nacido Lucía. Ella y su madre están perfectamente. ¿Podrías ir a casa a cuidar de Marta?... ¡Ah, te abrirá la puerta un chino!... no creas que te has equivocado de piso, luego te lo explico”.

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